Mis mayores crisis personales se corresponden con los años 1985, 2002 y 2006. Se comprobará fácilmente que

ninguno de ellos coincide con una convocatoria electoral, porque votar al PP me libra de los traumas más ahincados. La derecha siempre sale cara, en el doble sentido. Porque la derecha siempre gana, en el doble sentido. Me deleito contra la victoria mientras contemplo a mis amigos izquierdistas –los cultivo con la pasión del entomólogo–, cabizbajos por la derrota de los partidos progresistas a quienes se han negado a votar. Gente extraña.

Siempre he sido más feliz, sobre todo sentimentalmente, cuando gobierna la derecha. En esto no debería coincidir con Francesc Antich, aunque también él parece más triste cuando gobierna la izquierda. O sea, él mismo, si gobernar no fuera un verbo ofensivo para su desempeño habitual. El segundo desalojo del Consolat le supondrá la segunda depresión, aunque el trauma es más llevadero como jubilado que como parado, hace ocho años.

En 2003 consolaban a Antich los autores mediáticos de su derrota, que ya se preparaban para cobrar de James Matas. Pueden convocar la fiesta fúnebre en la misma casa de campo, con los mismos agraciados. Le pregunté al president socialista por su crisis en 2004, cuando volvió a la arena de las elecciones generales:

–¿Caíste en la depresión?

Se escabulló de la alusión personal, traspasando el dolor al colectivo:

–No nos lo esperábamos. Tras las elecciones, progresistas y socialistas estábamos tristes, pero se ha de remontar.

–¿Esa tristeza necesitó pastillas?

–Eso, otros políticos. Yo la curé caminando muchos kilómetros con mis perros. Fue un golpe personal muy fuerte, pero me rehíce hablando con la gente, que te pide que sigas adelante. Para recuperarse, hay que hacer más trabajo de proximidad.

Con "otros políticos" se refería a uno concreto, pero no daremos más pistas. El taciturno Antich no responde ni cuando le hablan sus perros. Sus próximos aseguran que la derrota del pasado domingo le afectó profundamente porque no la esperaba.

–Pues era un desastre anticipado por todos los sondeos.

–Se los ocultábamos, porque se deprime mucho.

Y así durante cuatro años. Pese a todo, el primer gobernante mallorquín de izquierdas desde Jaume I.

Los periodistas vagos extraen sus análisis electorales de los comentarios escuchados cuando van a votar. Yo soy uno de ellos, y en mi colegio no se pronunció ni una palabra sobre candidatos locales. Sólo "ya está bien de Zapatero", y "Zapatero lleva siete años y dice que no tiene nada que ver". De ahí que tampoco Aina Calvo sospechara el margen de su descalabro, la alumna empollona suspendida por un tribunal veleidoso. Cada vándalo en bicicleta por las aceras equivale a diez peatones que se abstienen.

Estrené la jornada de reflexión en la plaza España/Islandia, más que nada por hacer algo ilegal. Los indignados no reclamaban el derecho a manifestarse, sino el deber de manifestarse. Sólo la violencia o el partidismo hubieran vaciado las plazas. Internet a escala humana en un microclima de cálida convivencia. Se habla castellano, en un par de años se convocará en inglés. Sin referencias estrictas a Mallorca. Un valeroso teniente se dirige a los congregados largo y tendido. Primero le pitan, después le corean "el pueblo con la policía".

Qué antiguos parecen los políticos en la plaza Islandia. Propuestas desenfrenadas o erróneas, ninguna es quimérica. Se necesita una revolución para conseguir una reforma. Mis amigos de izquierdas me insisten en que el 15-M no va a ninguna parte. Entonces, habrá triunfado. Los indignados envejecerán algún día, y recordarán esta aventura como el momento más bello de sus vidas. Más de uno votará al PP. Hoy no son todavía lo que serán, ni lo que querrían ser, pero no volverán a ser lo que eran.

Estamos obligados a hablar de Mio Cid Bauzá con mayor insistencia, qué le vamos a hacer. El neopresident se enfrentó a Génova por el lema de campaña. El candidato mallorquín rechazaba el cursi "Centrados en ti", que evoca una dolora de Campoamor y por fuerza debía complacer a Rajoy. Palma impuso la mención al "Cambio", y el resultado ha reivindicado al PP castellanobalear, si bien el tozudo president fue castigado con la cicatería a la hora de despacharle primeras figuras. Este hombre se ha creído que va por libre.

Tras el derrumbe del PSOE, la aldea gala de Formentera adquiere una dimensión heroica, el reducto de Bob Dylan y de la izquierda balear. Había signos que presagiaban la victoria progresista en la isla italiana. Por ejemplo, una semana antes del 22-M se había disputado allí una media maratón en la que participó Miquel Nadal, cuya carrera atlética seguimos con fervor seguramente digno de mejor causa.

El Kennedy mallorquín culminó los 21 kilómetros en una hora y 28 minutos, un registro sobresaliente que le otorgó la quinta plaza entre los mayores de cincuenta años y que allanaba el camino a la mínima satisfacción izquierdista. Entre los descabalgados de la política que se han lanzado a corretear por Mallorca figura también Joan Flaquer, que intentaba relanzar su físico por Son Rapinya, el miércoles 18 de mayo. Cuando se les sume Antich y sus perros, podrán montar un club de atletismo. Todo antes que ser sojuzgados por el pádel.

Reflexión dominical homérica: "Un clásico es una obra que no soportaríamos bajo ningún otro epígrafe".