Paulino Gutiérrez, el último monje benedictino español que quedaba en el monasterio de Nueva Nurcia en Australia, murió anteanoche a la edad de 99 años, informaron ayer fuentes diplomáticas.

El religioso llegó a la comunidad benedictina en Australia Occidental cuando tenía 18 años y "Nueva Nurcia era donde estaba su verdadera familia", declaró el embajador español, Carlos Sánchez de Boado. El monje preparó durante 50 años el pan en un horno de leña tradicional, y posteriormente se dedicó a elaborar aceite de oliva en el mismo monasterio donde será enterrado el viernes.

"En Nueva Nurcia, cuando conocí a Paulino, vi una foto en la que tenía un rosario en las manos y estaba hecho de huesos de aceitunas", afirmó Sánchez de Boado. En la imagen, el monje "tenía las manos y las uñas sucias del jugo de las aceitunas, era un gran trabajador y estaba al servicio de la religión", añadió el diplomático español.

Por su parte, el abad del monasterio, John Herbert, señaló que "Paulino era un ejemplo perfecto de monje humilde y querido por todos". "Decía que sí a todo lo que se le pedía para el bien de la comunidad, internamente era su forma de decir sí a Dios".

El monasterio de Nueva Nurcia, fundado por fray Rosendo Salvadó en 1849, se encuentra a unos 130 kilómetros al noreste de la ciudad australiana de Perth, en una zona despoblada y de escasa vegetación que hasta hace poco solo habitaban los aborígenes. Por entonces, el religioso benedictino arribó a Mallorca junto al padre Serra con la intención de reclutar en la isla a jóvenes misioneros que trasladar al monasterio, para instruir a los salvajes australianos y acostumbrarlos al trabajo, según apunta el jurista e historiador Román Piña Oms, citando un opúsculo de autor anónimo publicado en Palma a finales del siglo XIX.

Un grupo de mallorquines –entre ellos, Piña cita al primogénito de la familia Sala, Bartomeu Sala, de Campos, y a Bartomeu Ramis, un joven carpintero de Marratxí– respondieron a la llamada religiosa que procedía de las antípodas y se embarcaron en 1854 a bordo del navío británico Jompanter, "todos vestidos ya del hábito de San Benito".

Poco más de 155 años después de aquella empresa, la comunidad benedictina de la única ciudad monástica del continente australiano ha perdido su último enlace con los monjes fundadores, tras fallecer Paulino Gutiérrez aquejado de una infección pulmonar.

Según recoge la página web local Perth Now, Paulino Gutiérrez, nacido en la localidad de Villaespasa, en Burgos, llegó a Nueva Nurcia en agosto de 1928, tras cuatro años en el monasterio de El Pueyo. En Australia, se estima que horneó un millón de panes para los monjes y otros residentes de la ciudad, incluyendo a los estudiantes.

El monje ejerció también de zapatero remendón, y se encargó de la enfermería del monasterio entre 1935 y 1971 y de la recogida y prensado de aceitunas para elaborar aceite. Ni la fractura de una de sus piernas pudo con las ganas de trabajar del religioso, que desde entonces se hizo con un quad para poder desplazarse hasta los olivos.

"En estos últimos meses, la salud de Paulino disminuyó, y no pudo con la infección que sufrió en los últimos días", explicó Carmel Ross, jefe ejecutivo de una comunidad de ocho monjes que vivió ayer con especial tristeza la muerte del religioso español.

Paulino Gutiérrez deja en España a dos hermanos, Lázaro y Justo, así como varios sobrinos con los que se mantenía en contacto gracias a los correos electrónicos. "No era muy bueno con los ordenadores, pero le encantaba poder enviar y recibir mensajes", recordó el abad John Herbert sobre un hombre al que sus compañeros definieron ayer como una fuente inagotable de experiencia y sabiduría.