Un grupo de arqueólogos ha descubierto en Turquía una colosal estatua del emperador romano Marco Aurelio, cuya cabeza mide ochenta centímetros y pesa 350 kilos, confirmó ayer a Efe el director de la excavación, Marc Wealkens.

El equipo arqueológico de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) realizó este hallazgo la pasada semana en la antigua ciudad romana de Sagalassos, situada en la cordillera de Taurus (sur de Turquía), donde los investigadores trabajan desde los años noventa.

El profesor Wealkens explicó a Efe que la importancia del descubrimiento de la estatua radica, por un lado, en "la perfección con que está tallada".

Además, forma parte de un colosal grupo de estatuas de varios miembros de la dinastía Antonina, de origen hispánico, que reinó en el Imperio Romano entre los años 96 y 192 de nuestra era, lo que la convirtió en la familia más longeva al frente de Roma y que dio a algunos de los gobernantes mejor valorados de la historia de ese imperio.

Los restos de la última escultura en salir a la luz pertenecen a la cabeza de Marco Aurelio, que mide 80 centímetros y pesa unos 350 kilos.

Marco Aurelio, nacido el 121 d.C, fue considerado el último de los ´Cinco Emperadores Buenos´ de Roma y reinó casi dos décadas desde el año 161 hasta su muerte en el 180.

Por sus dotes de filósofo -fue uno de los máximos exponentes del estoicismo- y correcto dirigente fue apodado ´El Sabio´ y su legado se resume en las ´Meditaciones´, elogiada obra que trata del gobierno ideal.

En julio de 2007 el equipo arqueológico belga también halló los restos de una representación del emperador Adriano (que gobernó entre los años 117 y 138 d.C.).

De la magnitud de la estatua original de Adriano se nos da una idea del tamaño de los pedazos rescatados: sólo su cabeza mide 70 centímetros y la parte inferior de la pierna, entre rodilla y tobillo, un metro y medio.

Asimismo, hace tan sólo unas semanas se rescató la cabeza prácticamente intacta de Faustina la Mayor, mujer del emperador Antonino Pío, que gobernó entre 138 y 161.

Se calcula que estas estatuas tenían una altura de entre cuatro y cinco metros antes de que un terremoto en el siglo IV redujera a escombros las termas en las que se encontraban y una plaga diezmara a la población local y provocara el posterior abandono de la localidad romana.