Una espinita mortifica a Gabriel Escarrer Jaume (Palma, 1971) desde pequeño. Cuando era estudiante le "obligaron" a visitar las fábricas de galletas Quely y Coca Cola, entre otras. "Yo me preguntaba por qué no íbamos al aeropuerto o a un hotel", recuerda. Esa omisión le escocía entonces y ahora."Me fastidia la demonización del turismo", se rebela. Parafraseando a Barack Obama, propone "back to basics". Y la esencia de Mallorca, dice, reposa en el turismo.

—¿Le ha sorprendido la repercusión de su gran proyecto en Magaluf, el Sol Calviá Resort?

—No me ha sorprendido nada. Proyectos de esta envergadura no son usuales con esta recesión.

—El conseller de Turismo, Carlos Delgado, dice que encarna el retorno de las grandes cadenas a Mallorca.

—Como segunda generación, no me ha sentado bien la demonización de los hoteleros por parte de algunos sectores de la sociedad mallorquina. Me siento muy orgulloso de la expansión internacional de las compañías mallorquinas y, posteriormente, de sus proveedores.

—¿Le duele que les acusen de depredar el territorio?

—El último hotel que construyó Meliá en Balears fue el Palas Atenea, hace 38 años. Por tanto, consumir territorio, poco. Sí es verdad que hemos adquirido establecimientos y hemos apostado por su calidad y renovación. Puedo asegurar que si actuáramos solo por criterios económicos, no hubiésemos sido tan ambiciosos en Balears. Aquí la rentabilidad no es tan buena como en otros lugares donde operamos. Creemos en el compromiso con la sociedad y las islas.

—En un artículo, su padre escribe: "Hace tres décadas nos comportamos de manera miope y oportunista". ¿Qué posibilidad hay de repetir los errores de los ochenta?

—Yo no creo que fueran errores. Hace tres décadas no existía la planificación territorial ni la ordenación urbanística. Al hotelero se le permitía hacer lo que podía y en aquel momento, el modelo exitoso era el hotel vertical siguiendo el ejemplo de Miami. El lujo se asociaba con los rascacielos, no con los hoteles horizontales integrados con el paisaje.

—La inversión inicial en Magaluf ronda los 12 millones pero el conseller de Turismo dice que ustedes inyectarán casi 130. ¿Cómo casan esas dos cifras?

—En estos momentos no me atrevería a decir una cifra exacta. Por parte de Meliá y de los otros grupos que seamos capaces de incorporar al proyecto, será una inversión de gran envergadura. Cuando se establezcan las reglas del juego (el modelo de regulación urbanística), me atreveré a concretar más esa cantidad.

—Para dar sentido al proyecto, ustedes necesitan que el ayuntamiento de Calvià construya un bulevar en segunda línea y que les den la concesión de la playa. Habrá una cesión de bien público a una empresa privada. ¿Cómo retornarán ese beneficio a la sociedad?

—Es una apuesta tan importante que no podemos asumir riesgos por parte de un tercero. Cuando apostamos por la calidad, esta empieza por la experiencia del cliente desde que pisa la recepción del hotel hasta que pone el pie en el mar. No puede ser que yo haga una apuesta por esa calidad y por un turismo de mayor poder adquisitivo y que cuando mi cliente fije el pie en la arena se encuentre con unas hamacas a precios desorbitados o un chiringuito que no está a la altura con precios abusivos. Ese descuadre no es posible. Lo mismo ocurre por la tarde. Quiero que la experiencia del cliente siga siendo estupenda y pongo el ejemplo exitoso en restauración y tiendas de la calle Fábrica de Palma.

—La última palabra depende del Gobierno central.¿Tienen asegurada la concesión de la playa y las boyas?

—No. Hay una franja que es competencia del Consell y creo que nos entenderemos fácilmente. Pero hay una zona que afecta a Madrid y sobre ese espacio no nos podemos pronunciar hasta que no sepamos su nivel de compromiso con el proyecto.

—Ustedes proponen boyas que se retirarán en temporada baja. Muchos bañistas piensan que el mar ya está saturado de barcos.

—Entre Palmanova y Magaluf pueden fondear unos 150 yates durante julio y agosto. Hay que regular esa situación con boyas o con lo que sea necesario y prestar servicios desde la playa. Ese turismo no está generando lo que debería, porque sus ocupantes se quedan en el barco. Yo propongo establecer unos canales de entrada y salida de embarcaciones sin ningún tipo de molestia para el bañista con la finalidad de llevar servicios a esos barcos y para que esa gente pueda trasladarse a la playa. De este modo, harán gasto y generarán riqueza y empleos.

—En el proyecto de Magaluf, las plazas del hotel Jamaica se convierten en residencial. ¿Hay compradores en un mercado tan saturado de viviendas?

—Cuando las cosas son buenas, siempre hay comprador. Con la coyuntura actual y la situación de Balears como destino, no me atrevería a desarrollar un proyecto inmobiliario. Pero cuando el destino se transforme, habrá demanda para un proyecto de alta calidad.

—En los condohoteles que tienen en la península, ¿el ratio de empleados por número de habitaciones es el mismo que en los hoteles clásicos?

—Es mayor porque se hace más uso. Tenemos mejores ocupaciones. Nos aseguramos alargar la estacionalidad y en vez de trabajar cinco meses y medio, como sucede ahora en Balears, lo hacemos nueve. Ese es nuestro objetivo en las islas.

—Carlos Delgado habla de que no se "depredará" más territorio. Sin embargo, el próximo proyecto hotelero es el de Global Hyatt Corporation y consume cinco hectáreas en Canyamel. ¿Esta decisión encaja con el mensaje actual de los hoteleros?

—Para mí, encaja siempre que esté integrado con el paisaje y sea respetuoso con la cultura del lugar. La isla necesita que grandes multinacionales norteamericanas, anglosajonas e incluso de los Emiratos Árabes, como es el caso de Jumeirah, se fijen en Mallorca y ayuden a percibirla como un destino de calidad y no masificado. Cuenta con mi beneplácito y hay que empujarlo al máximo.

—Acabamos la temporada turística con 76.067 parados en la isla. Una buena campaña no se ha traducido en más empleo.

—Necesitamos flexibilizar el marco laboral. Hay una incertidumbre muy importante. ¿Qué va a pasar? Siguen bajando el consumo y las tasas de ahorro, hay falta de liquidez en los mercados... Ciertos temores no ayudan. Frente a eso, si no se flexibiliza el marco laboral, será muy difícil generar empleo.

—Las medidas del Gobierno central han ido por ese camino pero la sangría de parados continúa.

—La reforma debe ser de más calado. Si no se establece esa flexibilidad laboral que permita ver que un empleado es un activo y no un pasivo laboral, el empresario se mantiene hiperconservador y no asume riesgos innecesarios.

—El Govern descarga en ustedes la responsabilidad de crear más puestos de trabajo. ¿No les abruma?

—Es una obligación. Las empresas públicas no son el paradigma de la gestión, y tampoco las comunidades autónomas. Estamos pagando los desbarajustes porque todas las medidas encaminadas a recortar gastos innecesarios ya las adoptaron los empresarios hace tres años.

—¿Carlos Delgado está al servicio de los hoteleros?

—Al revés, los empresarios tenemos que ponernos a disposición de los políticos. El mero hecho de que el Govern apueste por un proyecto de esta envergadura [Magaluf], a mí me da la seguridad para acometer este tipo de inversiones. Honestamente, si no viese apoyo y el marco jurídico que me da estabilidad, no me metería.

—¿Quién es el oráculo de Carlos Delgado: Gabriel Escarrer, Simón Pedro Barceló o Abel Matutes?

—Creo que él mismo tiene las ideas muy claras y en materia de turismo no le tenemos que enseñar nada.

—Bares, salas de fiesta, restaurantes se la tienen jurada. Acusan a los hoteleros de competencia desleal por el todo incluido y los conciertos en los hoteles.

—El todo incluido no es ni bueno ni malo, es una exigencia del mercado. Quien nos la tiene jurada es la oferta complementaria que no apuesta por la calidad. La que se propone mejorar, no debe tener ningún temor.

—Delgado recorta el dinero de las ferias a la mitad. Si lo hubiese hecho la socialista Joana Barceló, se le hubieran lanzado al cuello.

—Hay que cambiar la concepción de las ferias: tienen que ser un lugar que facilite el trabajo y la interacción entre los agentes turísticos. Muchas ferias y estands a los que he asistido se convierten en un punto de reunión de los mallorquines. Para irnos a Londres o Berlín a reunirnos, lo hacemos mejor en casa. Se tenía que poner orden a esa ostentación y ese gasto. Es una decisión muy valiente y doy mi apoyo al cien por cien.

—¿Nos estamos pasando con los recortes? Hoy [por el miércoles] la imagen de los periódicos la protagonizan las asociaciones de discapacitados protestando ante Bauzá por los impagos.

—No podemos generalizar, pero también digo que en el pasado hemos sido extremadamente generosos y benévolos. Ha habido una sobreinversión y un despilfarro. Que el tijeretazo era necesario, sin lugar a dudas. ¿Hasta dónde podemos llegar? Es muy difícil decirlo, pero me consta que las arcas de los municipios y las autonomías están bajo mínimos. Cuando hablamos de cosas tan fundamentales como el impago de salarios o farmacias, estoy convencido de que el Govern ha hecho un ejercicio de prioridades.

—La CAM es accionista de Meliá. ¿Qué opina de las retribuciones a sus directivos?

—Me cuesta pronunciarme porque está claro que en este asunto ha habido una guerra mediática en la que detrás pueden existir vertientes políticas. No obstante, y generalizando, sería estrictamente contundente con el asunto de las indemnizaciones en las entidades donde ha habido ejemplos de mala gestión y despilfarro. En aquellas donde ha existido una buena gestión y no se han producido malas prácticas, lo que regule el mercado.

—Cuando habla de contundencia, ¿se refiere a que el fiscal actúe contra los directivos?

—Pero no solo contra los responsables de las cajas, también contra los políticos. Deberíamos ser extremadamente contundentes con todos. Como empresarios, tenemos que apechugar con los hechos y ser congruentes. En el caso de Meliá, tenemos 37.000 trabajadores que comerán o no en función de las decisiones de la cúpula directiva de la casa. Yo les aseguro que comerán durante muchos años.

—¿Las retribuciones en el sector hotelero son tan altas como en el mundo financiero?

—No, ni mucho menos. En el sector turístico hay muchas empresas familiares, y en ellas las decisiones son más comedidas que en una compañía donde el accionista de referencia puede tener un 2 o un 3%.

—Con Mesquida, ¿se ha notado la presencia de un mallorquín en Madrid?

—Creo que se ha notado, pero el mero hecho de que no fuese ministro y que le nombraran secretario general no le ha ayudado. Si se le hubieran dado el poder adecuado, estoy seguro de que habría hecho más.

—¿Qué desenlace pronostica para la Platja de Palma?

—Honestamente, creo que los fondos públicos van a ser escasos porque no hay hucha. Lo que me gustaría es que la iniciativa de Magaluf se pudiera extrapolar a otros municipios, empezando por la Platja de Palma. Para eso, debe haber unos empresarios unidos en el bien común que se pongan de acuerdo al igual que hemos hecho nosotros con el Govern y el conseller, que son muy receptivos.

—Meliá es muy activa en redes sociales (Facebook y Twitter). ¿Han contabilizado el retorno que les da?

—Lo hemos cuantificado y monetizado. Pero hay algo fundamental, que es situar al cliente como núcleo de la organización. Para anticiparnos a sus necesidades y demandas tenemos que escucharle. En la actualidad somos la compañía española con más fans, con más de 210.000 en facebook y estamos entre las cinco grandes a nivel mundial.

—Su padre aparece entre las quince fortunas de España, según Forbes. ¿Hasta qué punto influyó la figura de Joan March en la generación de su padre a la hora de pensar a lo grande?

—El ranking es lo de menos y para un mallorquín, cuanto menos se hable mejor. Eso tiene que ver mucho con nuestro carácter. El mero hecho de vivir en una isla ha abierto mucho la mentalidad. En una isla el retorno es limitado y hay que crecer fuera. Lo malo es que muchas veces no se es profeta en tu tierra y quizá [mi padre] no ha recibido el reconocimiento y ha sido muy criticado por esa exportación.

—Dado el ritmo de crecimiento de la compañía, el mallorquín ha perdido la pista de la expansión de Meliá. ¿Qué es lo que más le atrae de los nuevos proyectos?

—Abrir el primer hotel de una compañía española en los Emiratos Árabes (Meliá Dubai) a final de este año o tener nuestro primer establecimiento en Tanzania, o en Atlanta, o en Orlando, o en Shanghai. Esta empresa puede competir de tú a tú con las grandes firmas hoteleras mundiales. Esa internacionalización ha sido clave para que en plena crisis española, Meliá haya salido reforzada porque gran parte de su cuenta de resultados proviene de fuera del país. El mero hecho de que el beneficio venga de fuera de España y nos comprometamos a invertir en la isla, a mí como mallorquín me enorgullece.

—[El entrevistador da por concluida la conversación pero Gabriel Escarrer se extraña de que no le hubiera preguntado por la promoción. No se refiere a la publicidad de la empresa, sino a la institucional de las islas]. Esta es su visión:

—Hay que ser mucho más selectivo. Se ha despilfarrado mucho dinero en promoción. La mejor campaña de Balears la hizo la fábrica de cervezas catalana Estrella Damm, que más que vender el sol y playa vendió la cultura mediterránea. El dinero de la promoción se debe enfocar en aspectos que nos hagan únicos, diferentes de Turquía o Grecia.