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La mujer de rojo les pone firmes

La directora general de Educación consiguió in extremis que patronal y sindicatos retomaran la negociación, logrando enderezar la situación a las puertas del Consolat tras fracasar la reunión convocada por Bauzá

Lo que no consiguió el president José Ramón Bauzá, lo ha logrado Margalida Pizà, directora general de Recursos Humanos de la conselleria de Educación. No le corresponde desempeñar este papel, pero el Govern ha requerido sus servicios dada su experiencia de mediadora como exdirectora general de Trabajo. Subida a unos tacones y embutida en un traje rojo corto y ceñido, ayer maniobró in extremis a las puertas del Consolat. Mezcló firmeza y compadreo para impedir que empresarios y sindicalistas se escaparan con el hacha desenterrada.

La reunión de hora y media organizada al mediodía por Bauzá terminó abruptamente. Baltasar Piñeiro, de CCOO, salió por la puerta del Consolat hecho un basilisco. Los colegas de USO que esperaban a la sombra de uno de los árboles, se reían. "Le ha entrado un ataque de cuernos", se jactaban. En esta huelga, además de las diferencias entre la patronal y los trabajadores, se dilucida un pulso entre centrales. De un lado, los minoritarios promotores del paro –USO e independientes–, y de otro, los mayoritarios –CCOO y UGT–, que han perdido afiliados en favor de los pequeños, sobre todo, Comisiones.

Todo hacía presagiar que Mallorca viviría otra noche caliente a las puertas de las cocheras. Más tensa que la del día anterior. "Anoche dejamos en paz el aeropuerto, pero hoy [por ayer noche] no irá ningún autobús", desafiaba Rafael González, responsable de transporte de USO. "Pasará lo de Eivissa", vaticinaba mientras contemplaba el desfile de los participantes en la reunión convocada por Bauzá. Se marchaban con el gesto torcido. El president les había pedido a empresarios y sindicatos responsabilidad, e incluso les cedió su despacho para sellar un acuerdo, pero ninguno se movió de su trinchera.

Fue a la puerta del Consolat, entre los cañones de época capados, cuando Margalida Pizà empezó a gesticular. Al mismo tiempo que llamaba a Francisco Melgarejo, secretario de Acción Sindical de USO, gesticulaba con la mano para recabar la atención del presidente de la patronal, Rafael Roig. Saltaba de corrillo en corrillo mientras hablaba por teléfono con Bauzá y Baltasar Piñeiro. Poco a poco consiguió acercar posturas bajo un sol pegajoso. Agarró por el brazo a los líderes de USO y les introdujo en el Consolat para que redactaran un documento en el que se comprometían a desconvocar la protesta mientras retornaban a la mesa de negociación. "A las cinco en la conselleria de Agricultura", les ordenó a unos y otros. Parecía que las aguas se encauzaban, pero surgió un imprevisto en el último minuto. Faltaba una firma para dar validez al documento y los responsables de USO se resistían a estampar una rúbrica extra. Pizá acorraló a Melgarejo contra uno de los vehículos oficiales y al final logró que uno de sus hombres firmara. Melgarejo exigía que los dos detenidos durante la trifulca, del sindicato independiente, quedaran en libertad. Lo logró, pero Pizà ya se había salido con la suya.

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