"Siempre he dicho que quiero ser futbolista de mayor, pues ahora también quiero ser bombero para ayudar a las personas como han hecho conmigo". Ángel tiene siete años y padece atrofia muscular espinal, una enfermedad rara que afecta a los músculos y se ha cebado en sus piernas. Va en silla de ruedas, aunque con ayuda de unos bitutores, una especie de armazones metálicos, puede caminar pequeñas distancias. Vive en un quinto piso en la barriada de es Camp Redó, en Palma, y el pasado 25 de enero se estropeó el ascensor. Había que cambiar el motor del elevador, por lo que la avería iba a durar dos semanas. Su familia estaba desesperada, ya que sus padres trabajan y el pequeño suele estar al cuidado de su bisabuela, de 75 años. Bajarle cada día para que fuera al colegio se antojaba imposible. Hasta que pidieron ayuda a los Bombers de Palma. Cuando los bomberos se enteraron del problema se organizaron por su cuenta. Durante estas dos semanas dos de ellos han ido al domicilio cada vez que tenía que salir, a veces hasta cuatro veces al día. Le bajaban o subían en brazos los cinco pisos, a él y a su silla de ruedas. Un servicio que había pasado completamente inadvertido hasta que el propio Ángel escribió una carta de agradecimientocarta de agradecimiento. "No dejo de pensar en ellos y en el trabajo tan bonito que hacen", dice.

"La enfermedad le ha debilitado la musculatura de las piernas", cuenta Yasmina, madrastra de Ángel. "Con los aparatos y fisioterapia, ahora combina caminar con la silla de ruedas, pero subir hasta el quinto piso era imposible".

Los padres de Ángel estaban desesperados. El pasado 25 de enero se estropeó el ascensor de su finca y había que cambiar el motor del aparato. El elevador iba a estar fuera de servicio durante dos semanas. Se encontraban además con el problema de que los dos trabajan. "Mi marido entra a las seis y media de la mañana y yo a las siete", prosigue Yasmina. "El niño se queda a cargo de su bisabuela, de 75 años. Normalmente yo me escapo un momento del trabajo a las ocho y media, ella le mete en el ascensor y yo le llevo al colegio". Con el elevador averiado se antojaba una dificultad imposible.

"Subir hasta un quinto me resulta imposible por el cansancio que me ocasiona y por la imposibilidad de doblar las rodillas con los aparatos. Entre la silla de ruedad, la mochila del colegio, la de las actividades... ya de por sí es complicado, imaginaos sin ascensor", explicaba el propio Ángel.

"No sabíamos a quién recurrir", cuenta Yasmina. "Llamamos al 112, a la Policía, a los Bombers... y ellos nos respondieron". Una dotación acudió el 25 de enero y los bomberos bajaron en brazos al niño, la silla y las mochilas. Pero la cosa no quedó ahí. Cuando se enteraron de que la avería iba a durar dos semanas se organizaron. Avisaron a los diferentes turnos y parques, y le dieron un teléfono de contacto a los padres. Cada vez que llamaba acudían dos bomberos a su casa. "A veces le subía uno de un tirón y otras se turnaban", cuenta Yasmina. "Intentábamos organizarnos entre nosotros para evitar que tuvieran que venir mucho, pero han estado haciéndolo las dos semanas, entre dos y cuatro veces al día".

Según Yasmina, Ángel ha disfrutado mucho con la experiencia. "Está supercontento con ellos, porque no les había visto nunca. Había visto a la Policía, pero nunca a los bomberos. Le hizo mucha ilusión y cada día les preguntaba si habían apagado algún fuego. Le dieron un parche con el emblema de los Bombers y se lo enseña a todo el mundo".

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