Svetlana B., la mujer acusada de matar a su marido en Cala Millor en abril de 2016, se tapó la cara y rompió a llorar mientras en la pantalla se proyectaban las imágenes del cadáver mutilado de la víctima. Ayer, en la quinta sesión del juicio por el asesinato de Horst Hans Henkels, tres guardias civiles consideraron "imposible" la versión de los hechos ofrecida por la mujer, que insiste en que la víctima falleció en un ataque de sus perros. "El hombre fue sedado y en la cama le hicieron los primeros cortes para desangrarlo. Luego lo descarnaron con un cuchillo de sierra y lo desnudaron", sentenciaron los agentes, que afirmaron que no hay ninguna evidencia del ataque de los canes. Por el contrario, un médico, en calidad de perito de la defensa, negó que la víctima estuviera drogada y dijo que "era capaz de defenderse de cualquier ataque".

Los tres agentes del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil, encargados de analizar la escena, explicaron cómo encontraron en el salón de la vivienda el cadáver del hombre, alemán de 70 años. La víctima estaba desnuda, yacía boca abajo y con la cabeza de lado, con el brazo izquierdo apoyado sobre la cara y el derecho bajo el cuerpo. "Tenía un corte limpio en el brazo, es imposible que lo hubiera hecho un perro, porque un perro muerde y estira", sentenciaron.

Durante más de dos horas, los investigadores detallaron todas las pruebas recabadas en el domicilio, la mayoría restos de sangre de la víctima en todas las estancias. "En el dormitorio es donde había una mayor acumulación. El edredón estaba totalmente manchado y en el suelo había trozos de carne. También encontramos un cuchillo manchado de sangre, que había servido para descarnar a la víctima. También había manchas de arrastre", dijeron.

Los agentes hallaron también manchas y carne en la cocina, donde había otros dos cuchillos y sangre en un cajón. En el baño había proyecciones de sangre en un mueble bajo y en la mampara y un pijama manchado con sangre de Svetlana B. En el salón, donde apareció el cadáver, había también "muchísimas manchas en el sofá, los cojines, el mueble, el televisor y una lámpara".

A juicio de los guardias civiles, los restos de sangre "no eran fruto de mordeduras de perro, sino de un objeto en movimiento". Los investigadores destacaron también el hallazgo de un vaso con restos de diazepam machacado y que la acusada tenía las ropas ensangrentadas y que en los tres cuchillos había sangre de la víctima. Además, consideraron que las ropas de la víctima que aparecieron en la escena fueron "cortadas y desgarradas a mano".

Sus conclusiones fueron claras. Horst Hans Henkels murió sobre la cama del dormitorio. Fue sedado y se le hicieron unos "primeros cortes" para que se desangrara y conseguir "debilitarlo". Luego fue "descarnado con un cuchillo de sierra" y arrastrado hasta el salón. Los guardias civiles rechazaron la versión de la mujer. "No hay evidencias de que el hombre fuera atacado por los perros y se moviera por toda la casa", concluyeron.

El jurado escuchó ayer también a un médico que declaró como perito de la defensa y negó que la víctima estuviera sedada. Según dijo, el nivel de diazepam en su organismo era de 0,08 miligramos por litro de sangre. "Esa dosis es de ansiolítico, no duerme ni deja KO a nadie. [La víctima] era capaz de defenderse de cualquier ataque", afirmó. Sobre la acusada afirmó que "se intoxicó con dosis suicidas de fármacos y alcohol" tras la muerte de su marido. "Puede que arrastrara el cadáver y no se enterara. Es posible que sufriera un ataque de pánico al presenciar el ataque de los perros a la víctima y entrara en un estado mental de bloqueo que la llevó a la autolesión", aseguró. Este perito, que avala la tesis de que los canes mataron al hombre, continuará declarando hoy.