"Los perros no usan cuchillos y cuando muerden causan heridas inciso-contusas o contusas, no como las heridas incisas que tenía el cadáver", argumentó ayer ante el tribunal del jurado de la Audiencia, que enjuicia la muerte en 2015 y en un piso de Cala Millor del alemán Horts Hans Henkels, el forense Juan Luis Poncela. El perito propuesto por la fiscalía y su compañera desmontaron la versión de la acusada, Svetlana B. la versión de la acusada, Svetlana B, sobre que los perros de la familia atacaron dos veces a su marido y le provocaron la muerte.

Los dos forenses usaron decenas de fotografías del lugar de los hechos, del estado del cadáver y de la autopsia para sostener la tesis de que hubo mano criminal en la muerte de Henkels, de 70 años, operado de traqueotomía, sin dientes y en un muy precario estado de salud antes de su fallecimiento.

"La señora Svetlana nos explicó que ella estaba sentada en el ordenador de su casa cuando los perros atacaron a su marido y le desgarraron la carne de los brazos. Ella se levantó y fue a defender a su esposo, que se refugió en el cuarto. Cuando salió del cuarto, los perros volvieron a atacarle. Esa versión es falsa", mantuvo Poncela.

El veterano forense basó su postura en el análisis del estado de la casa y del cuerpo tras el supuesto asesinato y en los resultados de la autopsia y de los detallados análisis que realizaron varios departamentos especializados del Instituto Nacional de Toxicología.

"Nosotros vimos que había heridas incisas causadas probablemente con un cuchillo y que se infringieron cuando la víctima estaba viva. Después los perros mordieron al cadáver y le causaron también heridas inciso-contusas o contusas por varias partes del cuerpo, pero estas heridas no causaron hemorragias porque la persona ya estaba muerta", explicó el médico a un atento jurado.

Los peritos judiciales reconocieron que ignoraban cuál de los tres cuchillos que fueron hallados en el escenario del crimen (uno en el suelo, el segundo entre dos colchones de la cama y el tercero sobre una encimera fue el arma del crimen, aunque apuntaron que el del colchón sí pudo provocar algunas de las heridas de la víctima".

"Si la víctima tenía los brazos descarnados por los perros no pudo levantarlos para defenderse de los animales porque no tenía fuerza en los músculos como afirma la acusada", añadió Poncela.

De acuerdo con los forenses, el fallecido fue arrastrado desde su dormitorio al salón, pero ya muerto.

La víctima tenía en su sangre y orina restos del sedante lorazepán, pero en una dosis terapéutica y no para sedarlo del todo.

La defensa ejercida por Tomeu Salas cuenta con otro peritaje (que se hará el lunes), donde se culpa a los perros de la muerte. Mañana se suspende la sesión porque los guardias civiles que investigaron el crimen no pueden desplazarse a Palma.

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