Los dos ciudadanos albaneses que formaban la conocida como 'banda del taladro' eran auténticos especialistas en la comisión de robos. Con una depurada técnica, lograban abrir agujeros en las ventanas de las viviendas, por los que luego introducían una varilla para poder abrirlas sin alarmar a los moradores.

Los sospechosos, que utilizaban cartas de identidad italianas falsificadas, contaban con numerosos zulos repartidos por la isla para esconder el botín de sus robos y las herramientas utilizadas, con el objetivo de evitar ser descubiertos si las fuerzas de seguridad los interceptaban en algún control.