"Recuerdo su pelo corto rizado y su piel oscura. Me dijo que se llamaba Alex y que era de Canarias". Cheryl Marie Maddison, la joven británica que fue violada y estuvo a punto de morir asesinada a cuchilladas en su apartamento de Magaluf el 30 de mayo de 2008, aportó estos escuetos detalles del peligroso violador. La muchacha llevaba seis días en la isla y casi nadie la conocía. Con estos incipientes datos, la Guardia Civil inició una compleja investigación que culminó tres años después con la plena identificación del agresor sexual gracias al ADN hallado en una colilla. La Audiencia de Palma validó esta prueba.

Los agentes habían extraído un perfil genético de un hombre en las sábanas de Cheryl y en una camiseta. Pero faltaba lo más difícil: el ADN era anónimo y había que ponerle nombre y apellidos. Esta prueba científica también permitió relacionar la violación de la británica con otra agresión sexual a una turista, también británica, ocurrida dos años más tarde, en 2010. Fue entonces cuando los investigadores se percataron de que se hallaban ante un peligroso depredador sexual múltiple que utilizaba una gran violencia.

La Guardia Civil bautizó el caso como la operación 'Anguila' por lo escurridizo que era el sospechoso. Los agentes sabían que el hombre vivía entre Canarias y Mallorca, trabajaba en un bar y podía ser norteafricano o pakistaní por sus rasgos. Especialistas de Madrid realizaron un retrato robot. Poco a poco se centraron en Mohamed y le vigilaron. Una madrugada de 2011, arrojó un cigarro en la calle en Punta Ballena. Los investigadores cogieron la colilla y extrajeron el ADN. Su perfil coincidió con el del violador. Caso resuelto.