“La sangre es de mi mujer”. Dimitri Igorevich, el ruso de 29 años arrestado por el homicidio de Olha Yuriyiuna F., ucraniana de 39, cuyo cadáver apareció la semana pasada en la playa de Son Bauló, en Can Picafort, confesó desde un principio que las manchas que tenía en sus pantalones eran del crimen, ocurrido cinco días antes. Los investigadores localizaron posteriormente, en el registro que realizaron en el domicilio de la pareja otras prendas ensangrentadas, que sería también de la víctima. En la casa hallaron una carta de suicidio del hombre, que tenía en los brazos y en el cuello señales de cortes, consecuencia, según dijo, de intentos de quitarse la vida durante los últimos días.

Con la detención e ingreso en prisión de Dimitri Igorevich ha terminado una semana frenética para la Guardia Civil, cuyos agentes se han volcado en la investigación desde que a primera hora del viernes de la pasada semana apareciera, tirado sobre la arena de la playa de Son Bauló, el cadáver de una mujer asesinada.

La principal dificultad a la que se enfrentaron los investigadores estribaba en que la víctima no estaba identificada y no había ninguna denuncia de desaparición de una mujer con sus características. Durante los días siguientes, los guardias civiles realizaron numerosas gestiones en la zona en busca de cualquier testigo que pudiera reconocer a la fallecida, pero todos fueron infructuosos.

Hasta el miércoles por la noche. La Policía Local de Santa Margalida recibió una llamada de una vecina de Palma, alarmada porque no sabía nada de una mujer que realizaba trabajos de traducción para ella. Explicó que era muy raro, porque se trataba de una persona muy seria, y llevaba varios días sin contestar a sus llamadas.

Esta mujer aportó la dirección de la traductora: avenida Diagonal, número 3, en Can Picafort. Pero no sabía el piso.

Identificada y detenido

Con esta información se desplazaron rápidamente al lugar varias patrullas de la Guardia Civil y la Policía Local. Los agentes fueron llamando piso por piso a todas las puertas. En una de ellas abrió Dimitri Igorevich, cuyo aspecto despertó las sospechas de los agentes de inmediato. Le preguntaron por su mujer, y él hombre respondió que estaba muerta. Los investigadores le solicitaron su pasaporte y el de su pareja, y en la foto del documento reconocieron a la fallecida. Por fin habían identificado a la víctima.

Se trataba de Olha Yuriyiuna F., ucraniana de 39 años. Los agentes repararon de inmediato en las manchas que llevaba en su pantalón. Dimitri Igorevich admitió que lo llevaba cuando murió su mujer, y que era sangre de ella.

El hombre quedó inmediatamente detenido y fue trasladado a los calabozos. Al día siguente fue conducido al juzgado de guardia de Inca cuya titular, tras tomarle declaración, decretó su ingreso en prisión sin fianza.

El hombre manifestó que él y su mujer habían acordado suicidarse juntos esa madrugada en la playa de Son Bauló. Se metieron juntos en el mar, pero ella quedó rezagada. Cuando se fijó, vio que una ola la derribaba y fue en su ayuda. La sacó del agua en mal estado y la remató con una piedra.

Esta confusa declaración no coincide con el informe de los médicos forenses, que tras realizar la autopsia al cadáver determinaron que el golpe que la mujer recibió en la cabeza no era mortal. El fallecimiento fue posterior, y fue provocado por asfixia, al serle taponadas la nariz y la boca, probablemente con la mano. Los forenses apuntaban a que la mujer habría sido asfixiada cuando estaba inconsciente a consecuencia del golpe. El relato del hombre tampoco concordaba con las huellas que los investigadores habían encontrado en la arena durante sus inspecciones.

Tras la declaración en el juzgado de Inca, el hombre fue trasladado a la escena del crimen, la playa de Son Bauló, donde se hizo una reconstrucción de los hechos. Luego los agentes y la comisión judicial le llevaron a su domicilio, un apartamento de pequeñas dimensiones, donde encontraron más ropas manchadas de sangre y una carta que el detenido había preparado explicando su propia muerte.

El hombre explicó que tanto él como su mujer tenían ideas suicidas. Dijo que tenían muy pocos recursos y que lo habían pasado muy mal durante las últimas semanas, por lo que pretendía quitarse la vida. En los brazos y el cuello tenía numerosas señales de cortes, que dijo que se había causado él mismo.