El presunto asesino de Olha habría pasado casi inadvertido durante los seis años que paso residiendo en Can Picafort. No se comunicaba ni se relacionaba con nadie. Únicamente su comportamiento manifiestamente extraño consiguió hacer que algunos residentes repararan en él.

Incendiar neumáticos de bicicletas en su vivienda del número tres de la calle Diagonal o dar martillazos y picar las paredes eran algunas de las excentricidades con las que Dimitri se había hecho notar en el vecindario.

"Era un tipo muy raro. Siempre se paseaba solo por la playa", apuntó el propietario de un bar situado en la misma playa de Son Bauló, el lugar donde fue descubierto el cadáver de Olha, a 300 metros de su domicilio. Su tez blanquecina delataba que no se dedicaba precisamente a tomar el sol mientras recorría Son Bauló. "Solía a pararse para mirar dentro de los contenedores", señaló otro vecino de la localidad.

Dimitri casi siempre solía vestir la misma indumentaria. Una cazadora de piel y unos pantalones vaqueros muy desgastados eran las prendas con las que solía ir ataviado. No obstante, algunos vecinos aseguraban haberle visto travestido. "A veces se ha paseado vestido de mujer", indicaron.

Presencia intermitente

En cambio, Olha apenas aparecía por la localidad. Su presencia en Can Picafort era intermitente. Por este motivo, muy pocos repararon en la ausencia de esta mujer de extrema delgadez.

Únicamente cuando habían transcurrido seis días, una vecina de Can Picafort cayó en la cuenta de que la persona asesinada trabajaba como traductora.

La reconstrucción del crimen de Olha Yuriyiuna despertó ayer una gran expectación en Son Bauló. Los escasos residentes en la zona se agolparon en la terraza de un bar, situado a pie de playa, para ver la llegada del presunto asesino de su esposa ucraniana.

Otro tanto ocurrió con los turistas extranjeros que acertaron a pasar por la zona. Al ver las cámaras de televisión y a los fotógrafos apostados en la arena, muchos de ellos se interesaron por saber qué ocurría. Algunos visitantes observaron las evoluciones de la comisión judicial y las indicaciones que daba el presunto asesino sentados cómodamente en una terraza.

Al volver al núcleo urbano para que practicaran el registro domiciliario, Dimitri pidió que le cubrieran el rostro con un jersey. Algunos vecinos no se pudieron contener y le gritaron "¡asesino!".