La Guardia Civil tuvo que emplearse a fondo para atrapar a la banda de atracadores paramilitares que actuaba en la isla. Los investigadores del Grupo de Delitos contra el Patrimonio de la Policía Judicial enseguida se percataron de que no se trataba de un grupo de delincuentes corrientes. Planeaban a conciencia los golpes y eran expertos en borrar huellas y dejar pistas falsas.

La banda tomaba minuciosas medidas de seguridad. En uno de los vehículos que robaron tras asaltar un chalé, los ladrones eliminaron las zonas de apoyo de los asientos para evitar ser identificados. Y durante un atraco en una finca en Son Gual en abril de 2012, los sospechosos efectuaron dos disparos al aire, recogieron los casquillos y dejaron munición de otro calibre para despistar a los agentes. Además, eran muy cautelosos. Vestían con ropas militares, ocultaban sus rostros con pasamontañas y hacían agachar la cabeza a sus víctimas para no ser descubiertos. Perfectamente coordinados como un comando militar, no dudaban en utilizar técnicas de combate y armas de guerra en sus golpes. La "operación Kraken", que culminó a finales del pasado mes de febrero, permitió la incautación de un fusil de asalto HK-G36. El arma, que fue sustraída el 3 de febrero de 2011 en la base Jaume II (la antigua General Asensio) en Palma, fue hallada en la habitación de uno de los sospechosos en una bolsa junto con un pañuelo que también había sido robado en casa de una familia de joyeros en Santa Maria.

Los atracadores tenían amplios conocimientos en asaltos a población y viviendas y sabían cómo reducir a rehenes. Los cuatro imputados que ahora están entre rejas, entre ellos un sargento del Ejército que fue detenido en un acuartelamiento en Huesca, eran amigos y compartían su afición por los juegos de rol y el "airsoft", que consiste en simulaciones de maniobras de guerra con réplicas exactas de armas que disparan bolas de plástico. Los sospechosos habían coincidido en el Ejército y dos de ellos pertenecieron a grupos de operaciones especiales e incluso participaron en misiones internacionales. Uno de los exmilitares fue personal de seguridad en un pesquero en Somalia.

El cabecilla confesó ser el líder del comando. Entre 2011 y 2013, la banda asaltó siete chalés, entre ellos el de la empresaria María José Hidalgo, hija del dueño de Globalia, en Puig de Ros, en Llucmajor. Otros empresarios, joyeros y expolíticos fueron sus víctimas.