El personaje de la semana se llama Claudio Hernández. A sus 67 años todavía trabaja como taxista en Llucmajor y el pasado miércoles se convirtió en un improvisado partero, al asistir a una joven que dio a luz en el interior de su vehículo, aparcado en la urbanización Tolleric. Preguntado sobre si pasó muchos nervios durante el trance, lo niega sin darle importancia. "No me dio tiempo". Un redactor de esta casa le acompañó el jueves a visitar a la recién estrenada mamá y a su bebé en Son Llàtzer y pudo comprobar que la tranquilidad de su carácter se extiende a su forma suave de conducir. "En cuarenta años conduciendo no he tenido que dar nunca un parte a mi seguro", comenta durante el trayecto. "Y multas me han puesto una, una vez que me pillaron con el radar escondido en Can Pastilla". Durante el parto no perdió los nervios, pero hubo un momento en que no podía creer lo que veía. Mientras la joven estaba dando a luz, le sonó el teléfono móvil. Y ella lo cogió y se puso a hablar con su interlocutor como si no pasara nada.

La puerta traicionera

Ocurrió sobre las doce del mediodía del pasado martes en el campo de golf de Bendinat. Una mujer que estaba jugando oyó unos gritos pidiendo auxilio, aunque no podía precisar de dónde venían. Avisó a los empleados del recinto, y varios de ellos fueron, en uno de los cochecitos, siguiendo la procedencia de los quejidos. De esta manera salieron del campo de golf y saltaron la valla de una mansión cercana, hasta que se encontraron el origen. Se trataba de una mujer filipina, empleada del hogar, que estaba limpiando los rieles de una puerta del jardín y había accionado sin querer la palanca de cierre. La puerta la había atrapado por un brazo y no podía sacarlo. Al lugar acudieron dotaciones de la Policía Local de Calvià y sanitarios del 061 y finalmente lograron liberar a la mujer, que no sufrió heridas, salvo un gran moratón en el brazo.

Conducciones, sin coches

El Grupo de Conducciones de la Policía Nacional se encarga de trasladar y custodiar a presos y detenidos que tienen que que pasar a disposición judicial, acudir a juicios o recibir asistencia en hospitales y centros de salud. En teoría, para realizar su trabajo tendrían que disponer de vehículos, pero los recortes les están complicando mucho la vida. Cada vez tienen que hacer más malabarismos para cubrir todos los servicios y a veces tienen que utilizar coches que les prestan otros grupos. Y empieza a ser habitar ver al mediodía a alguno de sus miembros volver caminando desde los juzgados a la Jefatura al acabar su jornada. No está patrullando, simplemente no tiene vehículo.

Una ruina de ordenadores

Los sempiternos problemas informáticos de las oficinas judiciales han ido a más en las últimas semanas. Las constantes averías del servidor hacen que los ordenadores se queden colgados a menudo, lo que hace imposible el trabajo durante horas. Los funcionarios deben utilizar otros programas y luego volcar los textos, lo que duplica el trabajo. Recientemente viajó a Mallorca un experto desplazado especialmente desde Madrid para tratar de solucionar los problemas. Veremos si sirve de algo.

Normas de urbanidad

El pasado jueves, durante el juicio a unos acusados de narcotráfico, declara como testigo la novia de uno de ellos. De repente, la presidenta del tribunal le inquiere: "¿Está usted comiendo chicle? ¿Podría tirarlo, por favor?" La joven, visiblemente azorada, se saca el chicle de la boca y se lo mete en el bolsillo.

Una boda muy segura

Los vigilantes de los juzgados de Vía Alemania y los agentes de la Policía Nacional están un poco más unidos. Recientemente se casó en la Cartuja de Valldemossa la hermana de Mateo, uno de los vigilantes, con Polo, del Grupo de Conducciones. En la emotiva ceremonia había profusión de uniformes de gala y los novios pasaron bajo un arco de espadas.