Julia Boada se había hecho muy popular en los últimos años en el mercado de Santa Catalina de Palma. Entre carnicerías y verdulerías se había abierto un hueco con un puesto dedicado a la salud sexual de la mujer: Dona Sana. En los últimos años, Julia era la encargada del puesto. En septiembre se despidió de sus compañeras. "Me voy de vacaciones en un yate a cuidar de unos niños", aseguró a sus vecinas. El viernes fue detenida, junto con su novio Iván y otros dos españoles más, en el puerto australiano de Bundaberg a bordo de un velero con la bodega cargada con 300 kilos de cocaína.

Julia Boada había abierto una brecha entre los puestos del mercado tradicional de Santa Catalina. Algo impensable hasta hace pocos años. Era la encargada de un puesto consagrado a la salud sexual de la mujer. También suministraba juguetes eróticos, aunque los mantenía apartados de las miradas de los ojos indiscretos.

En poco tiempo, la popularidad de Julia fue en auge. Todas sus vecinas de los puestos contiguos se deshacían ayer en halagos hacia ella. "Es muy simpática y muy agradable", apuntaba una de ellas. "Es una bellísima persona. Es supermaja y se desvivía por ayudar a la gente", recalcó con ahínco otra tendera de una carnicería.

Su detención en Australia relacionada con el narcotráfico había caído ayer como un jarro de agua fría en el mercado de Santa Catalina. La incredulidad se había instalado entre sus personas más allegadas. "Tengo los pelos de punta. Ha sido un shock muy duro", explicó una joven tendera que mantenía una estrecha amistad con Julia.

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