Imran Zareen apenas había llegado a su oficina del Ministerio del Interior en Islamabad cuando su mesa empezó a temblar. Miró alrededor, pero para su sorpresa, sus colegas estaban igual de atónitos y asustados. En cuestión de segundos bajaban corriendo por la escalera, tras haberse dado cuenta de que un fuerte terremoto -de 7,6 grados en la escala de Richter- había sacudido el edificio. Tuvieron suerte y salieron ilesos del desastre.

Pero decenas de residentes de un edificio de apartamentos de varias plantas en uno de los sectores residenciales de la capital paquistaní no tuvieron tanta suerte. Las Torres Margalla se derrumbaron durante los 110 segundos que duró el movimiento telúrico.

Pasaron al menos un par de horas antes de que la pobremente equipada administración local, seguida de decenas de unidades militares, llegaran a la zona del siniestro y, con palas o incluso con sus propias manos, empezaron a sacar a víctimas vivas y muertas entre los escombros. Las autoridades locales también hicieron llamamientos a constructores para que prestaran sus grúas y maquinaria pesada para ayudar en las tareas de rescate en las torres.

Un hombre llorando amargamente, buscaba desesperado a sus primos y sus padres.

"Me estaba quedando con ellos y había salido a dar un paseo cuando sucedió la tragedia. No sé nada de ellos", decía Sayid Hassan entre lágrimas. "Vi a gente gritar (pidiendo ayuda) desde las plantas más altas e incluso trataron de bajar con cuerdas", aseguraba Rehmat Khan, según el cual los intentos de rescate fueron muy poco profesionales.

Janzada Khan, administrador jefe del norteño distrito de Batgram, dijo que casi 20 pueblos de los 97 que hay en ese área han quedado totalmente destruidos.