Torsten T. fue condenado el viernes nuevamente a nueve años de prisión por la muerte de la estudiante alemana Steffi Ruggerberg. en el verano de 2002 en Mallorca. En un fallo que llegó antes de lo previsto, la tercera cámara penal del Tribunal Regional de Wuppertal consideró culpable al hombre, de 43 años, de haber matado a la chica con cloroformo.

Los jueces dictaron la misma sentencia que sus compañeros de la quinta cámara en el primer proceso, que se celebró en 2006. El primer veredicto fue anulado por el Tribunal Supremo de Alemania por haberse basado en una confesión arrancada contra la voluntad del acusado por un policía infiltrado en la prisión y remitido nuevamente a Wuppertal.

A falta de pruebas contundentes, el tribunal de Wuppertal sostuvo que una larga cadena de indicios demostraba de forma clara la culpabilidad del acusado y estimó que era probable que el crimen tuviera una motivación sexual. Los magistrados sentenciaron al acusado por lesión grave con resultado de muerte y aclararon que no fue posible demostrar si había violado a la víctima. El cuerpo de Steffi Ruggerberg, de 15 años, fue hallado semidesnudo y en avanzado estado de descomposición, dos meses después su desaparición en Mallorca, en septiembre de 2002. En el cadáver se encontraron rastros de cloroformo.

En un principio, los investigadores no sospecharon de Torsten T., inquilino en la casa de la madre de Steffi en s´Arenal, quien convivía con la joven. En noviembre de 2002, tres meses después del hallazgo del cadáver, la familia dio la primera pista que llevó al inquilino. Por aquel entonces, Torsten T. ya no estaba en Mallorca. Al parecer abandonó la isla uno o dos días después de que fuera encontrado el cuerpo de la joven. El acusado fue detenido por la Policía alemana unos meses después cuando intentó atacar a una joven en Berlín. En su coche fueron hallados frascos de cloroformo así como cables, un aparato de electrochoque y revistas pornográficas.

Durante el segundo juicio, que dio inicio el 16 de enero pasado, desfilaron numerosos testigos, entre ellos el capitán de la Guardia Civil Bartolomé del Amor, quien se mostró convencido de la culpabilidad del acusado, y el forense Julio López Bermejo. Algunos testigos describieron al acusado, un delincuente con antecedentes penales por delitos menores, como una persona corpulenta, poco atractiva, siempre falta de dinero y frustrada a nivel sexual.

En el proceso se ventilaron detalles de las preferencias sexuales del acusado, que llegó a pagar dinero a un compañero de piso en Mallorca para espiarlo mientras hacía el amor con su novia a través de un orificio en el dormitorio e intentó violar a la chica meses después en Berlín amenazándola con un aparato de electrochoque.

También prestó testimonio un funcionario de prisiones que afirmó que el acusado le hizo un comentario dando a entender que una muerte le pesaba en la conciencia. Al igual que en el primer juicio, Torsten T. hizo uso de su derecho a no declarar.