Bosques al límite

Entre el decaimiento y la muerte: año récord de bosques azotados por el calor y la falta de agua

Hasta la fecha, el año fatal era 2022, pero ya es una constatación que 2023 habrá sido peor

Muerte de árboles por la sequía.

Muerte de árboles por la sequía.

Guillem Costa

El actual es un año récord (en negativo) de bosques aquejados por el llamado decaimiento forestal. Y es importante decir "decaimiento" porque la muerte definitiva de muchos de estos árboles secos aún no se puede certificar. Desde que se recogen datos, jamás se había registrado tanta superficie afectada. Estas cifras, que todavía se están analizando, se incluirán en el nuevo informe DEBOSCAT (decaimiento de los bosques de Cataluña) que se publicará el año que viene.

Hasta la fecha, el año fatal era 2022, pero ya es una constatación que 2023 habrá sido peor. ¿A qué se refieren los expertos cuando hablan de árboles decaídos? "Se trata de árboles en situación de estrés, no solo por la falta de lluvia sino también por las altas temperaturas, que provocan más necesidad de agua", detalla Mireia Banqué, investigadora del CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales).

¿Esto es un problema para el ecosistema? Todavía es pronto para estar seguro. Sin embargo, es probable que estas muertes repentinas supongan cambios para los hábitats. "Podría llegar a aumentar el riesgo de incendio o facilitar la llegada de algunas plagas, con los árboles tan debilitados", sugiere Banqué.

Reacciones distintas

Ante la sequía, las plantas llegan a su límite. Los robles, las encinas o los alcornoques (los planifolios, de hojas planas) dejan que se sequen sus hojas y presentan un aspecto de decaimiento. Pero en otoño pueden rebrotar. Algunas encinas hasta han llegado a perder hojas en verano, algo muy inusual. En cambio, los abetos y los pinos (coníferas, de hoja puntiaguda) resisten mucho tiempo, esperando a que la situación mejore sin dejar secar sus hojas. Los problemas llegan cuando la escasez hídrica persiste. Entonces, algunos mueren de forma repentina.

El pino albar es la especie que está experimentando estos episodios de mortandad en Catalunya. Los pinos salgareños, que al principio aguantaban, también empiezan a ser vulnerables a la falta de agua. Tanto, que la Generalitat ha decidido aumentar las ayudas (hasta 5,5 millones de euros) para que los propietarios de bosques que necesiten retirar estos pinos muertos de sus fincas.

Según los datos del Departament d'Acció Climàtica, el estado actual de la vegetación no se había registrado nunca de forma tan extensa. El Moianès, Osona o el sur del Bages son algunos de los territorios críticos. En estas regiones, el 80% de los árboles muestran síntomas de sequía.

Desde la conselleria defienden la importancia de cortar árboles muertos porque, si no, darán problemas de seguridad para la gente que circula por las pistas o las carreteras.

Jordi Vayreda, ecólogo experto en bosques, recuerda que, por razones ecológicas, no es necesario eliminar esta madera muerta, ya que no supone un problema para el riesgo de incendio, al ser de grandes dimensiones. Sí sostiene que se retiren por interés económico (madera) o por seguridad. Sin embargo, recomienda dejar algunos de los árboles muertos, unos 10 por hectárea, para que realicen su función ecosistémica.

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