Fin de Año. El encierro, las videollamadas y la soledad de muchos se han vivido intensamente desde que empezó la pandemia, también durante la última noche del 2020 que acaba de terminar, ya que hubo familias en Mallorca que no pudieron salir de casa porque estaban confinadas, otras que se reunieron en la distancia mediante videoconferencia debido a las medidas restrictivas del Govern balear y quienes pasaron la Nochevieja solos y sin celebrar absolutamente nada porque «la ilusión se pierde» cuando uno no tiene compañía.

«Este año hemos dejado a los niños elegir el menú»

En casa de Xisca Martínez y Toni Siquier premiaron a los más pequeños, héroes de esta pandemia

Los niños, junto a los sanitarios, son los héroes de esta pandemia que ha trastocado todo, incluidas tradiciones como la de cenar en familia en Nochevieja. En casa de Xisca Martínez y Toni Siquier, residentes en Marratxí, saben lo bien que se han portado sus pequeños, Núria y Pere, durante estos meses de restricciones e incertidumbre, siempre obedientes con unas normas que les han impedido disfrutar de sus parques o, en unos días, cabalgatas reales, y a modo de premio decidieron que fueran ellos quienes eligieran el menú de la última noche de este maldito 2020.

«Lo que más nos gustó de la Nochevieja fue preparar el cotillón y el menú que nosotros escogimos: crepes. Los hicimos salados, algunos con huevo, aguacate y queso, y otros con carne, y de postre, de chocolate», explican Núria y Pere. 

En casa de Xisca y Toni tenían que ser seis comensales, el máximo permitido por Sanidad, pero al final se quedaron en cuatro. «Faltaron mi suegra y la abuela, de 94 años. Lo de cenar con la casa ventilada, con el frío que hacía y con la edad que tiene la abuela, nos llevó a celebrar la Nochevieja cada uno en su casa», explica Xisca.

«A todos nos apetecía estar juntos y celebrarlo pero ahora mismo es mejor hacerlo de este modo, y ellas también lo entienden así (la suegra y la abuela). La situación ha empeorado bastante y estamos muy preocupados, la verdad», confiesa.

Si los más pequeños fueron los héroes del primer confinamiento y también de la pandemia, los mayores, sobra decirlo, son las víctimas de esta dramática historia. «A nuestra abuela le cuesta entender lo de la mascarilla», afirma Xisca, resignada a no poder celebrar con los suyos los tradicionales encuentros navideños.

«Tampoco pudimos comernos con ella las uvas online. En las otras Nocheviejas cenabas tarde y matabas el tiempo haciendo bromas en la mesa, pero este año, estando cada uno en su casa, aguantar hasta las doce despiertos se les hizo más difícil a los más mayores», reconoce.

«Celebramos la Nochevieja tras ocho días confinados»

El positivo de un familiar ha hecho que Caty y los suyos pasen unas «navidades muy diferentes»

«Adiós a un año para olvidar», suspira Caty Moreno. Camarera de piso en un hotel de s’Arenal que esta temporada no ha llegado a abrir, el 2020 le ha puesto a prueba hasta el último día. El mismo 31 de diciembre le llamaron del centro Covid para decirle que tanto su marido, Vicente, como ella, podían concluir su confinamiento, de ocho días, a causa del positivo que dio un familiar. Así que, con prisas y alegría, se lanzó a una rápida compra para entregarse a una Nochevieja salpicada por gambas, mejillones y patés, un menú sencillo comparado con el de fiestas anteriores.

«El año pasado fuimos unos 18 en la mesa por Nochevieja, y en esta ocasión solo cuatro, los padres y las dos hijas que tenemos, Auba y Ainara», señala Caty, quien reconoce que fueron «muchas» las llamadas y videollamadas con familiares que se produjeron durante la velada.

Ainara y Auba, listas para la Nochevieja.

«A 2021 le pido mucha salud. Ojalá nos levantáramos mañana y todo fuera igual que antes»

«Están siendo unas navidades muy diferentes. Cenamos solos en Nochebuena y nos fuimos a dormir muy pronto, y el día de Navidad fue como un día cualquiera. Al 2021 le he pedido mucha salud, porque no podemos pedir que esto desaparezca de repente, eso es imposible, ojalá nos levantáramos mañana y todo fuera igual que antes», comenta.

Si profesionalmente el 2020 ha sido para Caty un año «horrible», 2021 no tiene pinta de mejorar, con un turismo que tardará mucho tiempo en recuperarse. El futuro es incierto, en todos los niveles. «No creo que los niños vuelvan al colegio el 8 de enero como estaba previsto», lamenta.

«Había que hacer algo especial, que bastante mal está la situación»

Alicia, José y Hugo no se reunieron con los abuelos, pero cenaron sushi y tomaron las uvas

Hugo, de tres años, pensaba más en los Reyes Magos que en la atípica Nochevieja que vivió el pasado jueves con sus padres en el Pla de na Tesa. Para él no fue tan extraña, ya que no recuerda las anteriores celebraciones, cuando se sentaban a manteles con sus abuelos, su tía y el resto de la familia. «Preferimos estar juntos la última noche del año en vez del 24 de diciembre, pero como en 2020 todo ha sido tan raro, en esta ocasión también es distinto», en palabras de Alicia Rodríguez. Tanto que su marido, José Heredia, incluso se planteó no tomar las uvas, debido a que «está claro que las anteriores no dieron suerte, pero los italianos comen lentejas y tampoco les ha ido mejor», bromea.

Alicia Rodríguez, José Heredia y el pequeño Hugo, con la mesa preparada para la cena. A.R. / J.H.

Al final los tres mantuvieron la tradición, el pequeño «con doce trocitos de uvas», y se vistieron para la ocasión con la intención de celebrar «una velada un poco especial, porque bastante mal está la situación como para no hacer algo alegre una noche», afirma Alicia. Y con un original menú en estas fechas, a base de piezas de sushi, como los maki y nigiri. «Sé que no es una comida típica de Nochevieja, pero a José y a mí nos encantan y era un buen día para tomarlos y así no tener que cocinar mucho, pese a que somos cocinitas». Para Hugo prepararon la tradicional sopa navideña de galets rellenos de carne. Y de postre, el pequeño de la casa disfrutó con su preferido: «¡Chocolate!», exclama.

Durante la noche no faltó una videollamada a Francia, donde viven los padres, el hermano y los primos de José, que lleva 17 años en Mallorca. Los progenitores de Alicia están mucho más cerca, en Santa Ponça, aunque también tuvieron que felicitarse el Año Nuevo por teléfono. El máximo de seis comensales por cena y el toque de queda a las 22 horas, como ha establecido el Govern para la isla por estar en «riesgo extremo» de contagios, impidió quedar con el resto de la familia. Sin embargo, lo comprenden y aceptan «perfectamente, ya que tenemos que ser responsables», concluyen. Como ellos, miles de allegados que residen a escasos kilómetros optaron por celebrar la Nochevieja a distancia.

«Si estás solo pierdes la ilusión, no hay nada que celebrar»

José Jairo López llegó a España justo antes del confinamiento y no ha podido encontrar trabajo debido a la crisis

En la vivienda que comparte en Son Gotleu no hubo mantel ni cena especial para Nochevieja. Tampoco se comieron las doce uvas durante las campanadas, aunque desde la séptima planta en la que reside José Jairo López sí pudo vislumbrarse algún que otro fuego artificial y en la tele pusieron programas de humor, música y lentejuelas, los únicos signos de que era la última noche de 2020. «Pese a la pandemia, la vida continúa, aunque cuando uno está solo, pierde la ilusión por celebrar estas fechas. Ahora no tengo nada que festejar, me encuentro apagado, pero estoy esperando que aparezca la luz y poder trabajar», dice quien llegó a España cuatro días antes del confinamiento por la covid.

José Jairo, en el barrio palmesano de Son Gotleu. G. Bosch

«Lo que se ve en la calle es un desastre, porque la gente no respeta las normas, piensa que es un juego»

Este colombiano de 64 años nunca imaginó que la situación fuese tan grave. «Había oído lo de China. Sin embargo, desconocía que aquí ocurría lo mismo y ya tenía el pasaje de avión, aunque si llego a saber esto, me hubiese esperado», reconoce. Durante la desescalada, viajó a Mallorca desde Castellón, donde pasó el primer estado de alarma, para buscar trabajo aquí. La crisis se lo ha impedido y por ahora vive de sus ahorros y de la ayuda de Cáritas. Teme que la pandemia se prolongue mucho más debido a que «lo que se ve en la calle es un desastre, porque la gente no respeta las normas, no colabora, se cree que es un juego. Saben que a las diez hay que estar en casa y llegan a las tres», lamenta sobre lo que ocurre en el barrio donde reside. «Cuando todo esto acabe», concluye, y estabilice su vida, José Jairo López confía en traer a su familia y poder tomar las uvas con las campanadas de este esperado 2021.