El Miró más crítico e incomprendido de los años 70, cuando decidió "asesinar" a la pintura, protagoniza desde ayer en la Casa Serralves de Oporto (Portugal) una exposición que refleja la ira del artista catalán ante el mercantilismo artístico de aquellos años. Joan Miró y la muerte de la pintura recoge obras de colecciones españolas de las fundaciones Joan Miró, Mapfre y la Miró Mallorca, de la entidad francesa Collection Adrien Maeght y del Estado portugués. En total, cuarenta obras de arte entre las que se aprecian telas quemadas y pinturas "atacadas" por el propio artista, que se alejó de aquel Miró de la "forma nueva" de los años 20 y 40.

El comisario de la muestra, Robert Lubar Messeri, experto en la obra del pintor catalán, asegura que "la antipintura de Miró es una crítica a la burguesía". Su actitud artística "fue un golpe para el público", afirmó Lubar, norteamericano con residencia en Madrid.

Las creaciones de Miró (1893-1983) reflejan una desmesurada "violencia estética" para criticar el arte entendido casi como una forma de educar o como una religión, agregó.

Sin embargo, "el arte es algo vivo", de ahí que en los años 70 Miró retomara la idea de "asesinar a la pintura", un concepto que ya introdujo en 1927.

No era el único que sostenía en aquella época este pensamiento crítico. La idea del "asesinato estético" era motivo de debate en muchos de los talleres de París, donde Jean Cocteau se refería a las guitarras creadas por Picasso en 1926 como "camisas crucificadas y trozos de hilo que intentaban asesinar a la pintura".

El Miró octogenario de los años 70 fue incomprendido por la sociedad, "no lo entendieron y no era tan trascendental", explicó el comisario.

Esta etapa, reflejada en las obras que se exhiben desde ayer en la planta baja de Serralves, es una retrospectiva interior del propio Joan Miró a sus inicios como artista para dejar claro su pensamiento crítico.