En Cala Blava se puede disfrutar de una de las terrazas más envidiables de la isla, desde donde se domina toda la bahía de Palma. Se trata de Panorámica Playa, un establecimiento cuyo origen se remonta a finales de los años 50 del siglo pasado. Pero centrémonos ahora en el presente porque hoy no voy a hablarles tanto del restaurante como del chiringuito que tiene a sus pies. Cada día, a partir de las 11 de la mañana, la persiana de esta 'guingueta' se levanta para ofrecer principalmente bebidas y helados. El acceso no es gratuito, pero tampoco es caro ya que uno dispone, durante todo el día, de una tumbona y sombrilla (pese a que no hay para todos) y se puede bañar en su piscina de agua salada por tan solo 5 euros, pudiendo entrar y salir del recinto sin problemas y con la posibilidad de darse un refrescante chapuzón directamente en el mar, muy cerca del Caló des Cap d'Alt.

Alberto González, tercera generación familiar de este negocio de Llucmajor, se encarga de regentar este agradable espacio. Además de refrescos, birras y gintónics prepara un mojito, que denomina tropical, en el que sustituye la lima por los limones -más de acorde con nuestro entorno- y la soda por 7up, lo que aporta un toque más dulzón a la bebida. Si de comer se trata, tan solo hay que subir los mismos escalones -que no son pocos- y regresar al restaurante, que es donde se paga la entrada al chiringuito. Allí, lo más recurrente es pedir una paella, pero también hay ensaladas, pasta y pescado, pero yo me quedo con sus 'pilotes de pop' y una copita de cava para acompañarlas. Su terraza está muy solicitada especialmente en estas fechas ya que, como suele pasar en el chiringuito, el calor es más fácil de soportar gracias a su orientación al oeste.

Como decía al inicio, Panorámica Playa nació en 1958. Unos años más tarde, Manuel González se hizo cargo del negocio que en un principio consistía en el hotel homónimo y en el restaurante. Años después, el hotel desapareció para convertirse en una finca de apartamentos todavía existente, mientras que el restaurante continúa al pie del cañón con tres generaciones de la misma familia al frente. Sus instalaciones también sirven de sede a un club de buceo que ofrece cursos a todo aquel interesado en el fascinante mundo marino y para los cuales usan su piscina de agua salada que, por cierto, vacían y vuelven a llenar cada día directamente del mar.