Qué música la de Tchaikovsky. El Teatre Principal, que registró buena ocupación -no el lleno, pero casi-, latió fuerte anoche con el lirismo profundo de la partitura de Eugene Onegin. Se trataba de su estreno. Y los espectadores se fueron satisfechos con la producción propia de la sala dirigida por José María Moreno (música) y Alfonso Romero (escena). El repertorio ruso debutó en el teatro con buen pie y palpitaciones románticas.
Las primeras escenas bucólicas del acto I ya anunciaban el acierto interpretativo y vocal del coro, con un peso aún mayor de las mujeres. Aplausos para ellas. El árbol omnipresente en el escenario fue una estupenda idea de Romero, funcionó, a pesar de que en algún momento (en los bailes, con todo el coro sobre las tablas, en un cuadro quizá demasiado abigarrado) su majestuosidad estorbara en la contemplación de lo que sucedía en tercer plano. La pérdida de sus hojas, que simbolizaba la llegada del otoño al corazón de los protagonistas, mantuvo la tensión dramática en el patio de butacas. ¿Cuándo se caerán las próximas?, se preguntaba uno tras cada nuevo embate emocional.
La gran triunfadora de la noche fue Fiorenza Cedolins, que interpretó a una Tatiana nada lánguida y con mucha personalidad a pesar de su melancolía y fragilidad. Su voz, con muchos contrastes, un lujo que cosechó muchos aplausos y una ovación al final. Josep Bros también se subió al podio de triunfadores. Fue muy aplaudido. Incluso arrancó un "bravo" después de cantar la melancólica aria que precede al duelo con su amigo Onegin. Interpretó al joven poeta Lenski con las aristas románticas esperadas, perfectamente entrelazadas al discurso escénico, que se guardó algunas sorpresas. Sin hacer demasiado spoiler, cabe comentar que la famosa carta de Tatiana tuvo más de WhatsApp que de misiva por el recurso planteado por Romero sobre las tablas. En el cine, el resorte sería el equivalente a la división de la pantalla en dos. También gustó.
La Orquestra Simfònica -qué bien los violines- sonó espléndida bajo la batuta de Moreno. En la escena del baile del cumpleaños de Tatiana, destacó un hermoso vals, y unas cuantas escenas más adelante, brilló una magnífica polonesa, muy aplaudida.
El Principal tuvo el acierto de soldar los dos primeros actos para después salir a descansar. Se agradeció una pequeña pausa entre tanta intensidad romántica.
El desenlace de la historia se precipitó en los siguientes 50 minutos, a saber, el tercer acto. Después de muchos años y largos viajes, Onegin regresa a la patria, pero esta vez a San Petersburgo y no al campo (aquí hay un pequeño cambio en la escenografía). Recién llegado de su travesía, Eugene va al baile del príncipe Gremin, donde se reencuentra con Tatiana, la actual esposa del propietario de la mansión. Stefano Palatchi borda a Gremin. Es un papel corto, pero interesante. El público también le brindó muchos aplausos. El resto de roles redondearon con frescura vocal y técnica la producción del Principal. A destacar: María Luisa Corbacho, Antoni Aragón o Cristina Faus (Olga). Le faltó peso vocal e interpretativo a Lee Poulis, un Onegin inexpresivo que difícilmente podía pasar por un seductor.
Onegin y Tatiana, en el momento que ella le rechaza. G. BOSCH
El vestuario de María Miró también se merece una mención aparte, así como la inclusión de las coreografías sensuales de Laura Macías y Gavin de Paor cuando Onegin rechaza las pasiones carnales.
A la salida del teatro, se entregaron folletos con un avance de programación de la temporada 2015/16. De ópera y zarzuela, están previstos los siguientes títulos: La del manojo de rosas, Cavalleria Rusticana, Manon Lescaut, La Traviata, Il Barbieri di Siviglia y Contes de Hoffmann. De ballet, El lago de los cisnes, Cascanueces y el International Ballet Competition.
