Girbent L´espai/El Temps + cinematrografia. Casal Solleric. Espai Born. Passeig del Bonr, 27 (Palma). Hasta el 6 de enero.

Las películas de Jean-Luc Godard están más cerca de la pintura que de la literatura. De ahí la relevancia de su luz, de sus sombras, de sus colores; en definitiva, unas composiciones puramente pictóricas en la que aparecen objetos encontrados, ventanas, lámparas o máquinas de escribir.

Unos fotogramas de À bout de soufflé sirven al pintor Girbent (Sóller, 1966) para demostrar que unas mismas imágenes registran huellas de un cambio, indicios de una inflexión, lo que de entrada nuestro ojo no ve. Con El espacio/El Tiempo, Girbent propone dos visiones posibles para unas mismas pinturas e ilustra un discurso que podría considerarse poético. El humo de un cigarro se asocia en el gasto y en el tiempo perdido; es decir, el tabaco surge como un exceso de nada. Muchos escritores han construido parte de su imagen literaria en torno al humo; Albert Camus, Henry Miller, Ernest Hemingway, Jean-Paul Sartre? Gasto y exceso de intercambio, humo que se puede pesar como el alma, el mismo que produce la experiencia literaria, el mismo que Girbent hace evidente en sus imágenes congeladas. La combustión de la vida, el paso del tiempo, al igual que las Vanitas en las que los pintores barrocos pretendían transmitir los placeres mundanos frente a la certeza de la muerte.

Cuatro pinturas y una pieza de vídeo componen la propuesta expositiva que, bajo la apariencia de un homenaje al cine, Girbent no hace sino incidir en la repetición visual y en el término "cinematografía", como la relación entre la imagen y la pintura. Una escena que se desarrolla a modo de bucle y las volutas de humo pintadas de los cuadros simbolizan la combustión incesante. Una de las mejores escenas de la película de Godard, una larga secuencia que comparten Jean Seberg y Jean-Paul Belmondo juntos en una habitación. Unos personajes dispuestos en la escena abrazados por una misma luz y un espacio saturado en el tiempo, algo que no podemos saber, porque nuestros sentidos sólo han sido dados para percibirlo.