Reinventar el oficio recuperándolo, legando las técnicas antiguas, documentándolas y transmitiéndolas a las nuevas generaciones. Ésta es la filosofía que impregna la escuela del Gremi de Joiers de les Illes Balears, que queda recogida en un laboratorio que aúna tradición y tecnología en Sa Gerreria. Sopletes, herramientas sutiles, manos con buen pulso se alían sobre una mesa tratando de dar formar a unos bocetos diseñados de antemano. El joyero Xisco Clapés se mueve por la escena como el director de una orquesta. A los alumnos les ha enseñado la técnica necesaria para enfrentarse a sus propios modelos. "Aquí funcionamos un poco a la antigua: como el aprendiz y el oficial. Porque hay diferentes niveles y entre ellos comparten conocimientos", asegura el también presidente del gremio de joyeros. "Nos adaptamos a las necesidades de cada alumno. Aquí hay gente más profesional, unos son artísticos y otros vienen por motivos personales, por afición", relata.

Clapés insiste en que otro aspecto primordial del centro es transmitir la visión empresarial de las piezas. "Hay que introducir a la gente en la economía real, que puedan defender la joya y que ajusten bien el precio para que pueda tener salida", añade el profesor. "Por eso les enseñamos a comprar piedras, cómo se va a las ferias, etc.", apunta. "En este sentido, invitamos a profesionales para que puedan compartir sus experiencias con ellos". Por otra parte, el profesor constata el auge de una tendencia que favorece la recuperación del oficio de joyero artesanal: "La gente ha comprado de forma compulsiva hasta ahora -refiere- consumiendo productos masificados hechos en China. Ahora se regresa a la pieza más exclusiva y personal, fabricada lentamente", sostiene. Un tipo de joyería en la que se está instruyendo el alumnado del laboratorio de la calle Socors. "En Mallorca se han perdido ya dos generaciones de joyeros artesanales y ahora se está partiendo de cero", considera.

La escuela-taller del gremio escupe piezas a buen ritmo. Las últimas: colgantes de lapislázuli, anillos con pizarra, otros con un adorno en forma de tijera, pulseras geométricas, etc... En general, priman los diseños modernos y atrevidos, alejados de las alhajas del joyero de la abuela. Las últimas creaciones de 2013 serán expuestas a partir del próximo día 29 (a las 19 horas) en la misma escuela, una prueba de fuego para los alumnos. En una de las sesiones (el horario es de lunes a miércoles de 15.30 a 20.30 horas), trabaja Esperança Bernat, hija de joyero solleric que busca una tercera vía reinventando el oficio tradicional huyendo de la convención para emocionar al cliente. "Ahora me gustan mucho las formas geométricas. En la joyería familiar tengo una vitrina con mis propios diseños", explica. Entre el alumnado, hay casos de personas que se aplican en la orfebrería como reciclaje profesional. Es el caso de Silvia Paredes, quien ha estado vendiendo durante muchos años en La Mola de Formentera, donde hay un mercado artesanal. Aina Sánchez, con propia firma de bisutería, No te cortes (Karmele Marchante es una de sus clientas), buscaba dar un paso más. "Me faltaban conocimientos de fundición; necesitaba aprender a trabajar el material", confiesa. Ana Mantecón, Francesca Gelabert, Maria Bennasar o Sabrina Kolbe son grandes aficionadas al trabajo manual. Es su hobby. "Si alguien me ve alguna joya y me la pide, se la haría, pero no me dedicaré a esto porque ya tengo mi profesión", comenta cada una de ellas. Su compañero Jordi Martorell está en el lado opuesto: trabaja de camarero, pero no hay cosa que más desee que poder dedicarse a la joyería. Por último, Paquita Antequera es un ejemplo de reinvención con la crisis. "Me he quedado sin trabajo, tenía una empresa con mi marido, y me apetecía hacer algo que me gustara", reconoce. "También querría vender mis propias joyas", asegura.

Herramientas antiguas

La exposición de la escuela contará asimismo con otro aliciente, fruto de la labor arqueológica que ha llevado a cabo Clapés durante años. El joyero ha rastreado por talleres tradicionales de Mallorca (sólo quedan en pie una docena) ya cerrados herramientas que en muchos casos han evolucionado o incorporado con los años tecnología. Asimismo, también se exhibirán libros y modelos que ha ido comprando y recopilando de los antiguos obradores de orfebrería isleños. En una habitación contigua a la mesa de trabajo central, el arqueólogo Ferran Tarongí, también alumno de la escuela, limpia y pone a punto algunas de las herramientas que formarán parte de la muestra. Entre ellas, un codiciado martillo de picar cordoncillo mallorquín. Codiciado porque sólo hay dos en la isla. O un falsificador de monedas de plata.