La fórmula del monólogo desde luego no es nueva, pero sí que hemos venido viviendo las últimas temporadas un verdadero boom del género, supongo que en parte por influjo televisivo y en parte por la necesidad de abaratar costes. Ésta es la modalidad que nos propone, en su regreso a la Sala Mozart (ya la visitó en febrero), una actriz expresiva y con vis cómica como Beatriz Rico.

Rico se nos presenta con una presencia física imponente y con mínimo soporte escénico y asume el personaje de una fea transformada en guapa y viuda de tres maridos, que nos cuenta su historia como si lo hiciera (ésa es la convención de entrada, aunque queda algo desvaída) ante un tribunal. Sigue esencialmente los parámetros del monólogo más habitual: la vida cotidiana y sobre todo la pareja, algunas referencias a la política y los famosos y el objetivo humorístico. Lo completa con algo de baile y canción y, en su conjunto, acomete un reto importante a lo largo de una hora y tres cuartos, en un espectáculo que algo más breve probablemente ganaría en redondez.

Mis respetos a Beatriz Rico por su valentía pero tal vez ha pretendido batirse en demasiados frentes (autora e intérprete y, deduzco, directora de sí misma), sin disponer de una interlocución exterior sólida que le señalara los puntos frágiles de la función. Sincero, emocionante, el paréntesis en que se revela como persona aparcando el personaje, pero las características de éste y lo que éste nos cuenta corresponden a un monólogo más, de los ya muy abundantes que van aportándonos los numerosos practicantes del género.