La idea tenida por cierta de que neandertales y humanos fueron las dos únicas especies de nuestro linaje que llegaron al Pleistoceno Superior, a los últimos cien mil años de la historia de la humanidad, por poner una cifra exacta-la Edad Tarantiense, que es como se llama a lo que en tiempos se conocía como Pleistoceno Superior, comenzó algo antes-, quedó anticuada al descubrirse los humanos diminutos de la isla de Flores. Por si aquello era poco, Matthias Meyer, del departamento de Genética Evolutiva del Max Planck de Leipzig (Alemania), al frente de un nutrido equipo de colaboradores, publicó justo el último día del mes de agosto pasado un avance en la revista Science del artículo en el que indica haber obtenido la secuenciación del genoma de unos parientes cercanos nuestros desconocidos a los que, por proceder de la cueva de Denisova (montañas Altai, sur de Siberia) se les ha llamado denisovanos. De los denisovanos no se conoce apenas nada: ni cómo eran, ni qué hacían. El yacimiento de procedencia sólo suministró dos molares y una falange distal de la mano. Pero con ese mínimo material, hemos terminado por saber mucho de ellos aunque sólo sea a nivel genético. Paradojas de los avances técnicos.

Recuperar ADN fósil es una tarea muy compleja y llena de dificultades. Esa molécula es de una fragilidad absoluta y queda destruida por la acción de las bacterias poco después de la muerte del ser de que procede. Sólo en condiciones muy especiales de gran sequedad y frío intenso se consiguen obtener secuencias aprovechables de ADN -dejando de lado los problemas que derivan de su posible contaminación-. Por esa razón no hemos logrado recuperar el ADN del Homo floresiensis pese a que vivió hasta hace unos 18.000 años. Pero las características de un yacimiento situado a gran altura y en Siberia son las ideales para la conservación del material genético. De ahí que haya sido posible el enorme logro científico de Meyer y colaboradores.

La comparación del genoma denisovano con el de los neandertal y el nuestro ha puesto de manifiesto que esos nuevos humanos se separaron de nosotros -de nuestros antepasados directos- hace unos 700/800.000 años, cifra que no está demasiado alejada de la que corresponde a la divergencia humano moderno/neandertal. También se ha averiguado que la diversidad genética era muy baja en la población denisovana de la que procede el ejemplar secuenciado. Algo sorprendente porque las huellas de su genoma se han hallado también en las poblaciones actuales de Melanesia, al otro lado del mundo como quien dice.

Tal vez la conclusión más interesante del trabajo del equipo de Meyer es la de que buena parte de los cambios genéticos exclusivos de los humanos modernos afectaron a genes asociados al desarrollo del sistema nervioso. Algo que no habrá sorprendido a los especialistas. Por desgracia, será difícil que sepamos nunca cómo se traduce eso en el tipo de ser humano que fueron los denisovanos.