A base de impulsos agridulces, Blanca Pérez-Portabella (Barcelona, 1973) confiesa su inconsciente a sus cuadernos personales. Son esta suerte de diarios, escritos a base de dibujos pequeños, primitivos y algo melancólicos, el punto de partida de una obra que respira poesía. Con el escáner la artista rescata las figuras y personajes imaginados sobre el blanco papel. Una ballena que duerme, por ejemplo. O un pájaro al que le cuesta volar. También una mujer y un hombre sin vida. Una vez miembros del mundo digital, con mimo y con respeto, el ordenador les regala un impoluto fondo negro para que puedan flotar en él. Para que puedan evadirse hacia algún lugar que ni ellos conocen en una suerte de angustiosa fuga. Finalmente, el plotter los escupe. De uno en uno, siempre en soledad. El imaginario más íntimo de la creadora, en gran formato para DIARIO de MALLORCA Art Report.

-Ha dejado dicho que el dibujo es su forma de escritura.

-Mis diarios personales, sus palabras y sus dibujos, son el punto de partida de mis obras. Creo que la parte de escritura resulta bastante obvia en mis trabajos.

-Pero la palabra no aparece nunca. Incluso ha dejado de ponerle título a sus obras.

-Antes la palabra era siempre lo primero, después venía el dibujo. Ahora ya no quiero que ésta sea tan importante, la he abandonado.

-Cada una de las pieza parece un poema. ¿Cuál es su relación con la poesía?

-Es cierto que en mi obra la carga poética es muy importante. Antes leía mucha poesía, pero hay un parte que ya no me gusta nada. Su rollo llorón, su lado triste, me cansa. Precisamente porque yo también recurro a él. A nivel personal rechazo el sufrimiento y no me gusta leer algo que me recuerde que está ahí. Ya me lo conozco.

-Su obra tiene un lado tierno, pero también inspira mucha melancolía.

-Soy bastante soñadora. En este sentido me interesa la fuga, la evasión, como un espacio, como un lugar, como un estado. En mi obra planteo figuras que buscan, que se esfuerzan por traspasar sus límites físicos y psicológicos. Pero recurro igualmente a la angustia que implica este conflicto y a la frustración resultante de no llegar a superarlo.

-Ha olvidado pintar el suelo. Todo flota, todo es ligero en su obra. Incluso una gran ballena.

-La ingravidez es uno de mis centros de interés. Es uno de esos límites físicos que antes comentaba, una forma de poner a los personajes en fase de traslación, al borde de la caída, moviéndose en realidades paralelas hacia algún lugar que nadie sabe bien cuál es.

-Y el negro como escenario...

-El negro ayuda a potenciar esta pérdida espacial, la sensación de ingravidez que busco. Igualmente me sirve para potenciar los puntos de color de la obra.

-Sus personajes casi siempre están solos. ¿Por qué?

-Pienso que en realidad estamos todos solos. A mí me encanta la soledad y como artista que trabaja desde el individuo es un tema que me interesa reflejar en mis trabajos. En algunas obras sí he trabajado con varios personajes a la vez, pero el resultado final tiende a una extraña utopía. Es curioso ver como de su interacción, salen como flipados, como compartiendo y conviviendo un mismo espacio de fantasía.

-El conjunto de su obra respira coherencia. Parece una selección de instantáneas de una misma galaxia, pedacitos de un mismo océano.

-Sí, sí, va por ahí.

-¿Es una obra honesta con el contexto original de sus cuadernos personales?

-En realidad sí. Los dibujos del cuaderno son muy automáticos, nacen del impulso. Su composición no está estudiada. Cuando comencé a utilizarlos para hacer obra, durante el proceso de transformación, siempre fallaba algo. Hasta que descubrí que respetar al máximo la composición original era el camino.

-Entonces concluye que elaborar un impulso es algo complicado.

-En mi caso creo que del automatismo de los dibujos originales vale todo.

-Del papel al plotter. ¿Qué tal su relación con el factor digital?

-Nunca me planteé utilizar los plotters como una salida. Soy muy impulsiva y el proceso de digitalización se me antojaba como algo lento, incompatible. Últimamente he descubierto que funciona.

-Su obra es muy personal. ¿En qué medida le ha condicionado en el trabajo el reconocimiento artístico?

-Soy una persona muy impulsiva. Antes siempre andaba metida en muchas historias a la vez. Ahora me he dado cuenta de que para hacer algo potente, profesional, uno no puede estar a todo. He tenido que controlarme un poco, trazar una línea más clara de trabajo. La presión pasa por que las cosas salgan bien.

-Parece que hoy día todo, o mucho, vale en el arte.¿Han perdido su honestidad los creadores?

-Personalmente intento ser muy honesta con todo lo que hago. Quiero pensar que los demás también lo son. Es cierto que hay épocas en las que uno puede estar menos inspirado con su obra, pero creo que responde más a un proceso de la vida, a un momento, que no a una voluntad de engaño por parte del artista.

-¿Es obligatorio arriesgar llegado un momento?

-Probar cosas nuevas es un riesgo porque uno no siempre acierta. Arriesgar significa, en ocasiones, cagarla. También es cierto que los juicios inmediatos de una obra son injustos. Los cambios necesitan un tiempo, que el artista descubra hacia dónde quiere llegar con ese nuevo camino.

-¿En qué medida le ha afectado su reciente maternidad?

-Me he visto obligada a un parón de dos años que se ha traducido en muchas cosas. He dejado de hacer obra claro, pero no de hacer arte, de pintar desde la tranquilidad y sin ninguna pretensión. A nivel interno ha sido un tiempo de calma creativa, de una relajación que antes no tenía y que, me ha dado cuenta, necesitaba porque estaba al límite. También ha sido una período de reflexión sobre el hecho artístico.

-¿Y tras la pausa?

-He empezado con muchas ganas y creo que estoy en un buen momento creativo. Ahora he dejado el estudio, trabajo desde casa, rodeada de un ambiente mucho más doméstico. También he cambiado algunas cosas, algunos motivos en mi obra. El abandono de la palabra, por ejemplo. O el no incluirme a mí en los cuadros, cosa que antes hacía con cierta frecuencia.

-¿La han esperado?

-El parón comporta una pérdida de oportunidades, de galeristas con los que trabajaba -Pérez-Portabella fue un nombre habitual en la palmesana Horrach Moyà- En este sentido sí es complicado arrancar.

-Has sido más fácil encontrar su obra en colectivas que no en individuales.

-El espacio condiciona mucho la naturaleza de las exposiciones. Especialmente cuando éste es grande, pues puede resultar complicado llenarlo con piezas de un mismo artista que respondan a una línea coherente de trabajo. En este sentido yo he sido muy caótica, siempre me ha costado centrarme en una sola línea y, aunque me encuentro cómoda compartiendo espacios, creo que también estoy preparada para una individual.

-¿Por qué cree que ARCO le ha dado la espalda a los galeristas españoles?

-A pesar de su carácter internacional, creo que ARCO era una feria más conocida aquí en España que en el extranjero. Supongo que intentan abrirse cada vez un poco más.

-¿Le parece bien?

-Creo que se han pasado un poco con el recorte de galerías nacionales. En algunos casos concretos parece algo bastante injusto.

-¿Qué relación mantiene ahora Blanca Pérez-Portabella con Balears?

-Tengo una relación utópica con Balears pues creo que es el espacio de fuga que busco representar en mis cuadros. Estoy enamorada de las islas, de su atmósfera. De su cielo y de mar, que conozco desde los cuatro años. Me fascinan los espacios infinitos de estas figuras recortadas. Y por fortuna todavía no han construido en el aire.