Empieza el año con un sabor agridulce porque el arranque del partido de ayer nos hizo pensar que el Mallorca iba a ganar al Oviedo con autoridad, y al final temimos que se podía perder el punto que se tenía en el zurrón. Ha sido una oportunidad perdida para volver al liderato en solitario tras la derrota del Espanyol.

Hubiera dejado un gran sabor pensando que se conseguía con un equipo que se presentaba diezmado al Tartiere, un campo impracticable ayer. Aun así, las bajas y el terreno no deberían servir a García Plaza para justificar que se les escapara un partido que se te pone con un 0-2 en el marcador.

El Mallorca se quedó sin premio, aunque lo buscó hasta el último minuto. No fue un equipo timorato, que se conformara con el resultado, sino que fue a buscarlo, aunque en la segunda mitad las ocasiones brillaron por su ausencia.

No lo consiguió porque ha perdido una de sus señas de identidad hasta ahora en esta liga. Su solidez defensiva es historia. Ha encajado cinco goles en dos partidos, cuando en 19 solo se habían encajado cuatro.

Y no sé si es alarmante, pero estos cinco últimos tantos han sido encajados tras jugadas a balón parado, por lo que los responsables de trabajar la estrategia quedan emplazados a resolver el problema.

El Mallorca lleva dos partidos sin ganar pero el 2021 debe ser el año del ascenso. Ahora está en una posición que nos lleva a ello a final de Liga. Hay que conservarla a toda costa.