Dos arias de ópera entonadas en tiempo de prolongación por Maxi, de parte del Tenerife, y Assulín, en la réplica, impidieron la inmerecida victoria de cualquiera de los contendientes. Uno y otro, solos delante del portero, fallaron lo que ni siquiera la abundante lluvia caída durante todo el partido y el estado del terreno de juego, pueden justificar. Demos gracias porque la primera de ambas ocasiones se produjo en la meta defendida admirablemente por Cabrero y no habría quedado tiempo para la segunda.

El Tenerife no da patadas al estilo del Alcorcón, pero aún mermado por bajas importantes, puso al Mallorca en más apuros de los deseados e incluso exigibles. Si en las vísperas expresábamos nuestra preocupación por la baja de Joao Víctor, la falta de salida de balón y el dominio local en tres cuartos de campo acentuaron la inquietud. Si a ello añadimos la presencia sólo virtual, casi fantasmagórica, de Marco Asensio, entenderemos por qué el partido fue un correcalles sin sentido y sin fútbol.

Con Arana perdido y Pereira empeñado en no terminar una sola acción de las muchas en las que interviene, las opciones ofensivas bermellonas se limitaban a la búsqueda de un golpe de fortuna que únicamente rondó la portería del meta juvenil chicharrero en la oportunidad reseñada en el primer párrafo y un patinazo de Cendrós, cómo no, en boca de gol.