or mucho que Utz Claassen quiera jugar a director deportivo, José Luis Oltra lleva semanas pidiendo que le despidan y le paguen, sea cual sea el orden de los factores. No lo manifiesta en las ruedas de prensa, donde explota su imagen más amable y paciente, pero lo reclama en cada una de sus decisiones: unas por incomprensibles, como la sustitución de Marco Asensio por Geijo digna de ser explicada en Cuarto Milenio y otras por incoherentes tal cual demuestra la reaparición de Aouate bajo los tres palos y la alineación de Agus en el centro de la zaga. No porque lo hicieran mal, sino todo lo contrario. Nada justifica su más que prolongada ausencia que, en el caso del central, estuvo a punto de provocar su salida en el mercado invernal.

Por lo demás, mucha revolución para que nada cambie. Un Mallorca timorato, con enormes dificultades para superar la mitad del campo, inútil en la elaboración del juego, sin coordinar una sola acción y mucho menos crear alguna oportunidad para batir la meta adversaria. El balón solo sobrevoló el área local en el último cuarto de hora, por si el barullo o la casualidad provocaban el aleteo de la mariposa. Faltas o saques de esquina, por cierto el doble a favor del anfitrión, a modo de lotería o apuesta de poca monta.

Dejándose dos puntos en casa del colista, que no fue ni mejor ni peor que el aspirante, no se sube a Primera División. Con laterales vulnerables, Ximo volvió a pasarlas canutas ante Pablo Infante, y un único delantero, Gerard, abandonado a su suerte y a kilómetros de su apoyo más cercano, se nos antoja muy complicado alcanzar el objetivo que se aleja cada vez más, mientras en la planta innoble de Son Moix continúa la pelea de gallos y, claro está, alguna gallina. Lo importante es sumar, dirán algunos. Sin embargo a estas alturas de la competición es trascendente no restar y ayer, en Anduva, el Mallorca no dio un solo paso hacia adelante.