Pensar, compartir... | Profesores antes y ahora

Alumnes de Jordi Carulla del Col.legi Sant Francesc.

Alumnes de Jordi Carulla del Col.legi Sant Francesc. / Archivo

Àngels Fermoselle Paterna

Àngels Fermoselle Paterna

A finales de los 60, dos hombres caminaban a menudo por el centro de nuestra ciudad. Paseaban y admiraban lo que veían, conscientes de que Palma tiene uno de los centros históricos más extensos e importantes que existen. Charlaban entre ellos en castellano y trabajaban en el mismo centro educativo. 

Uno de ellos, un hombre enjuto que ya rozaba los 60, había nacido en Tarragona y llegó al Instituto femenino de Enseñanza Media «Joan Alcover» de Palma tras sufrir represalias del régimen franquista. Era Francisco Carreño Prieto, que fue tiempo después mi profesor de dibujo, hombre afable, enamorado del arte y de esas calles estrechas y llenas de historia que recorría con su compañero, Daniel Monzón. Éste, más alto y realmente apuesto, había llegado a Mallorca, creo que desde Teruel, y hacía poco que había sido padre de un niño que ahora es un reconocido director de cine. 

El señor Monzón, que era como lo conocían en el Instituto, enseñaba literatura, aunque la historia le apasionaba y las chicas que lo tuvieron en clase, aprendieron como solo se aprende de quien imparte su asignatura con amor por su contenido. Era muy guapo, decían, el señor Monzón, y divertido. 

No llegué a ser alumna de Monzón pero sí del señor Carreño, que enterado de que mi padre trabajaba en la Oficina de Información y Turismo del aeropuerto de vez en cuando me pedía folletos de propaganda de otras ciudades y provincias, que se repartían gratis entre turistas y viajeros de entonces. Seguro que más de una vez recreó alguna de las fotografías en láminas de dibujo con sus lápices y su trazo experto. Qué añoranza. Hoy mismo intentaré conseguir alguno de sus libros de texto en Todocolección, para recuperar un trocito del pasado que nos unió. 

Me consta que recientemente dos compañeros, amigos y profesores, uno de Historia del Arte, Antoni Crespo, y otro que ha impartido Dibujo, Matemáticas y Naturales, Jordi Carulla, han dado también paseos por nuestro centro histórico. Los dos son titulares de un centro educativo, el colegio de Sant Francesc, y en sus caminatas comentaban sobre la historia de cada rincón y su preocupación por las agresiones que llevan incrustadas las paredes de los edificios en forma de pintadas vandálicas. 

Estos dos profesores, que 55 años más tarde me han ayudado a evocar a los de mi época, decidieron pasar a la acción contra tanta desidia y maltrato a su ciudad. Jordi Carulla me explicaba que, ayudado por su compañero y el Colegio, consiguió incluir en la oferta educativa una asignatura nueva: Cooperació i Serveis a la Comunitat. Se trataba de pensar, junto al alumnado, cómo podían hacer una sociedad mejor. Y han trabajado en diferentes campos, por ejemplo ayudando a preparar y repartir comida a personas necesitadas; también colaborando en residencias de personas mayores y en trabajos de limpieza de playas. Cuando analizaron el entorno paisajístico de su colegio, coincidieron en criticar el lamentable espectáculo de las pintadas.

Tras ese análisis sugirieron distintas iniciativas para demostrar su rechazo y conseguir que se eliminaran. Niñas y niños pensaron en pintar sobre ellas recuperando el color adecuado de las fachadas. Pero no eran sus casas y, ateniéndose a la legalidad, no podían hacerlo sin permiso. También planearon hacer una manifestación para expresar su rechazo... Pero finalmente optaron por una idea brillante, que llevaron a cabo de manera laboriosa. En grupos de 6, durante tres horas semanales y a lo largo de tres meses, estuvieron fotografiando, midiendo y ubicando en un plano todas las pintadas malintencionadas de casi la mitad de la ciudad antigua. Confeccionaron una base de datos de manera científica, que entregaron personalmente al alcalde de Palma para que pusiera remedio.

Su mensaje era claro: pintada hecha, pintada borrada. La responsabilidad de mantener limpia y digna la ciudad es de quienes la gobiernan. Así que les dejaban un mapa con todas las localizaciones para que actuaran de forma eficaz y rápida. 

¿No les parece una iniciativa de sobresaliente? A mí sí. Y a ARCA también, porque les ha otorgado el premio Conservació del Patrimoni 2024, y estoy segura de que su trabajo responsable habría consolado un poco el enorme disgusto que se hubieran llevado Monzón y Carreño si vieran por un instante su querida ciudad de adopción ensuciada tan vergonzosamente por desaprensivos.  

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