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El barrio más masajeado, por Àngels Fermoselle Paterna

Detalle fachada Marquès de la Sènia.

Detalle fachada Marquès de la Sènia. / A.F.

Àngels Fermoselle Paterna

En mi afán de comprobar que la realidad, por muy edulcorada que se pinte, es la cruda realidad, investigué por mi cuenta la súbita aparición de seis casas de masajes en una misma calle de Palma.

Porque si esa calle fuera de un barrio pongamos que minero y estuviéramos a principios del XX, tendría una explicación: las espaldas de aquellos trabajadores debían estar hechas polvo y las piernas y los brazos, podrían necesitar reactivar su circulación y deshacer nudos y contracturas.

Pero Son Armadams, que ahora parece estar más que masajeado, siempre había sido una barriada residencial, incluso de casas de veraneo, junto a Bellver, con una arquitectura interesante, muchos espacios con vistas al mar y un poco afectada en los últimos tiempos por el insano ocio nocturno que en su día ya martirizó y transformó a su vecino el Terreno y ahora se ha extendido a muchos otros lugares de nuestra ciudad.

Así que para despejar dudas intenté entrar en la información colgada en internet sobre uno de los locales de «masajes» que han abierto en ese barrio, con letreros en un rosa muy llamativo. Se abrió inmediatamente una pantalla con una pestaña que me preguntaba si yo tenía más de 18 años. No me hizo falta seguir. Se ve que es cierto que bajo la apariencia de aliviarte las cervicales, los explotadores del negocio tienen otros intereses y los clientes también.

Detalle fachada Marquès de la Sènia. | A.F.

Detalle fachada Marquès de la Sènia. / A.F.

Navegué en mi ordenador buscando información de otro de los centros recientemente abiertos en la calle Marquès de la Sènia, en cuya fachada lucen letreros en rojo y en inglés la palabra “libertad”. Ahí, sin ningún impedimento en cuanto a mi edad, me condujeron tres muchachas jóvenes, orientales y bellas a través de un vídeo filmado de noche, sobre moqueta roja y con música suave, hasta una cama con cojines y velas. En el vídeo solo se oye una palabra: “hola”. Deben pensar que a buen entendedor con pocas palabras bastan, y efectivamente, así es. Ahí tampoco parece que reduzcan contracturas lumbares.

La utilización del lenguaje a beneficio propio, retorciéndolo hasta dejarlo irreconocible, hace que la palabra libertad hoy en día sea un estercolero en el que todo cabe. Por supuesto, quien defiende la prostitución como parte del mercado libre (sin cortapisas) lo hace en nombre de la libertad. ¡Ay, la libertad! Cuántas barbaridades se han hecho en su nombre y cuánta mentira se ha escondido siempre detrás.

La misma mentira que impera en una calle de Palma en la que se concentran negocios que han cubierto las fachadas de letreros rosas y rojos, los colores de las chucherías, y que, en inglés, el idioma internacional, pregonan «disfrutar» «saludable» (como si anunciaran una hamburguesa de tofu) «ocio» y mucho «massage». Están abiertos 365 días al año hasta altas horas de la noche.

¿Era esta la ciudad que pretendían amable, abierta, culta y que no dejaba a nadie atrás? Porque parece más bien una ciudad hipócrita, que mira siempre hacia otro lado, abandona a algunas mujeres y que va perdiendo calidad de vida en un barrio tras otro por un conflicto aquí y otro allá que no buscan solucionar. Ni siquiera saben aplicar las normativas de rotulación de comercios que impide estas barbaridades estéticas invasivas que, como saben, también se encuentran en muchos otros lugares de Palma.

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