De llonguet en llonguet en la víspera de Sant Sebastià

La ‘Llonguetada’ calienta motores para la Revetla y deja un ambientazo en Palma uUna docena de bares despacharon miles de panecillos en una fiesta con música en vivo e incluso batucada

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

A los palmesanos les flipan los llonguets. Lo demostraron ayer saliendo por miles en busca del panecillo típico: con tortilla, sobrasada, jamón, veganos y un sinfín de variedades que llenaron estómagos en la popular Llonguetada que el colectivo Orgull Llonguet lleva ocho años organizando.

Una docena de bares y restaurantes se sumaron a la iniciativa gastronómica, bajo el lema No m’inflis el llonguet. Hubo música en vivo, DJ, batucadas e incluso fiestas con dimonis que dejaron un ambientazo en la víspera de la víspera de Sant Sebastià. Una comitiva formada por los dos caparrots de Orgull Llonguet y varios jóvenes con pañuelos amarillos visitaron los bares.

El bar Mónaco fue uno de los protagonistas de la noche. El local se llenó hasta los topes y los camareros servían un llonguet tras otro. Por un precio de 6,50 euros con bebida, se podía elegir entre el de sobrasada con queso de cabra, el de verduras con salsa romescu, el de lomo, beicon, queso, pimiento y cebolla caramelizada y el de calamares, este último en homenaje al popular bocadillo que sirve el bar los viernes.

«No nos esperábamos tantísima gente. Quizá tiene que ver con la peatonalización de la calle Nuredduna», señaló Aina Noguera, una de las regentes del establecimiento. A las 19:00 horas se empezaron a despachar llonguets y solo dos horas y media después, a las 21:30 horas, ya se habían servido los 450 panecillos.

El local fue punto de encuentro para las cofradías, como la de Ous amb Caragols, la de Na Coca i ses seves Tianes o la de la Gloriosa Figa. También autoridades municipales, como Alberto Jarabo, Clàudia Costa o Neus Truyol se sumaron a la fiesta.

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B. Ramon

La cena en el bar Tertúlia también fue un éxito. Prepararon dos opciones veganas, una de escalibada y otra de hummus, y los de sobrasada torrada y botifarró con queso. «También hemos añadido el clásico de jamón serrano y queso por si acaso», explicó Marina Zuazaga, copropietaria del bar junto a su pareja.

Ambos forman parte de Orgull Llonguet y disfrutan volcándose en la iniciativa: «Acabar nuestra temporada alta con esta llonguetada es muy especial», comentó. «Hemos colocado una mesa larga para que los comensales se sienten juntos, al estilo sopar a la fresca», explicó. La fiesta empezó a las siete y solo media hora después el establecimiento era un hervidero de clientes entrando y saliendo.

Trabucats decoró la calle con guirnaldas y trajo a su batucada. | B.RAMON

Trabucats decoró la calle con guirnaldas y trajo a su batucada. | B.RAMON / Irene R. Aguado

Los doce bares y asociaciones se entregaron por completo a la fiesta con espectáculos y música en vivo. La colla de dimonis Trabucats, por ejemplo, montó su propia barra cerca del Olivar y decoró la calle Cazador con guirnaldas amarillas, el color de esta fiesta y de Orgull Llonguet. Amenizaron la noche con una batucada y muchos se animaron a bailar.

Incluso los locales más pequeños rebosaban. Como el Suquía Café, en la calle Blanquerna: los propietarios no daban abasto cocinando llonguet tras llonguet mientras celebraban este tipo de iniciativas: «Llevamos poco tiempo abiertos y nos ayuda mucho», comentaban Pablo Moyano y Paula Ramos.

Este restaurante vegetariano ofreció ayer una amplia selección de llonguets con ingredientes como berenjena y pesto, aguacate y espinaca, queso de cabra y mermelada o calabacín y zanahoria, todos con precios entre 5,90 y 7,50 euros. «El que ha tenido más éxito ha sido el de tortilla de patata y alcachofa», aseguraron los propietarios. En un día tan especial, aprovecharon para decorar las paredes del local con una exposición del joven artista Bruno Carrera, que con solo 12 años ya tiene un talento excepcional para dibujar, y dos guitarristas pusieron con su música el broche de oro a una noche memorable.