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Aina Bigorra González: "Mi generación ha aprendido a no ser diva y a trabajar a pequeña escala"

Arquitecta y gestora cultural en Insòlit, un certamen que usa los patios de Palma no como "telón de fondo"

La arquitecta y gestora cultural Aina Bigorra utilizó el Casal Balaguer para Insòlit. Viviana garcía

Aina Bigorra González -Palma, 1985- quería ser arquitecta desde pequeña. No sabe porqué. Solo se recuerda jugando con los palés y moviendo cemento en las obras que de manera tangencial visitaba junto a su padre. No es hija de arquitectos. Estudió en la ETSAB de Barcelona. Se declara "fan de Elías Torres", su tutor en el proyecto fin de carrera que, por cierto, fue el de la transformación del puerto de Barcelona. Su mentor junto a Martínez Lapeña han ganado el concurso para la remodelación del Paseo Marítimo. "Me deja tranquila", confiesa su alumna, una arquitecta de 33 años que ha asumido el coste de una generación que ha tenido que salir fuera obligatoriamente, rebajar sus salarios y aceptar trabajos que nada tienen que ver con aquella carrera tan dura. Ella tuvo suerte. Asume pertenecer a "una generación que ha aprendido a no ser diva y a trabajar más a pequeña escala". Aina Bigorra compagina el oficio con la gestión cultural a través del festival Insòlit, que con tres años de historia, crece a buen ritmo. Los patios de Palma son el espacio escénico de certamen pero "no como telón de fondo, sino como parte activa".

¿Qué hace una arquitecta en gestión cultural?

Si lo piensas no es tan divergente ya que como arquitecto acabas haciendo de gestor a menudo, y eso me gusta. Si a ello sumas que desde pequeña estuve en el coro del Teatre Principal lo que me permitió conocer desde dentro el mundo de la escenografía, me aficioné y en la Massana la estudié al acabar la carrera a la vez que en el despacho hacía gestión. Hice un postgrado de gestión cultural en la Pompeu Fabra. Al final te das cuenta que en Arquitectura aprendí a pensar; cuando recojo la cocina de mi casa, soy arquitecta. Es una cuestión metodológica, de utilización de las herramientas. En arquitectura cada segundo tomas una decisión y eso mismo sucede en gestión. Cuando hacemos Insòlit no noto la diferencia con hacer apartamentos.

De hecho, Insòlit lo integran tres arquitectos.

Sí; Pep Rovira y yo somos de Palma, y Enric Herrera, de Castellón. Los tres coincidimos en Barcelona. Ganamos un concurso en un festival de Arquitecturas Efímeras en Montpellier y acabamos poniéndonos nombre de efímeros. No había muchos en aquel momento en España, y nos van llamando para hacer stands y cosas así, pero nos cansamos. Surge la idea de regresar a Palma, y la de crear en ella un festival de arquitectura efímera. Así es que con la mirada de dos personas de Palma que llevan años fuera, y una que ni la conoce, convergen en que "Mallorca es un paraíso" para Erik, y para los mallorquines, redescubrimos Palma. Pensamos en los patios como lugares vivos no meros telones de fondo.

¿Y qué les diferencia de la actividad de rutas en los patios, de los conciertos del Corpus?

La historia de los patios es la de la ciudad, y muchas personas desconocen ese trasfondo. Nosotros convocamos un concurso abierto a arquitectos, diseñadores, artistas visuales y en poco tiempo hemos pasado de recibir 68 propuestas a 88, este 2018.

Lo hacen en julio. ¿Está dirigido a turistas, principalmente?

No; elegimos esa fecha porque curiosamente en verano hay muy poca oferta cultural en la ciudad. Además el público de Insòlit es de Mallorca, y algún turista despistado. Además el verano es más benigno con las arquitecturas efímeras. Somos conscientes de que puede parecer que llama a turistas pero no es así. Además nuestra propuesta incluye conferencias, rutas guiadas por Gaspar Valero. En Palma existe un gran desconocimiento del patrimonio tan rico que posee. Nuestra idea es divulgarlo bajo otro prisma.

Hay quien piensa que Palma es un páramo cultural. ¿Usted que cree?

No estoy de acuerdo. Palma es una ciudad muy moderna en la que pasan muchas cosas. Es una pequeña Barcelona del tamaño de una ciudad de provincia, y eso hay que agradecérselo al turismo. ¡Y eso que trabajo y vivo en el centro!

¿Qué opinión tiene de su ciudad? Le pregunto como arquitecta.

Hay que saber si quieres que la ciudad siga a la sociedad o al revés. Un ejemplo es la peatonalización de Blanquerna, que la mayoría no entendía que mejoraría la ciudad en muchos sentidos, urbanísticos, económicos, sociales. Recuerdo la época en que Palma se tenía que convertir en modelo de turismo cultural y todo el mundo se puso a aprender alemán porque en aquel momento eran quienes invertían. Y ahora nos hemos pasado con el entusiasmo cultural. Hay que poner límites. No se puede ir a remolque. Palma está saturada turísticamente, es una evidencia, pero otra evidencia es que vivimos del turismo. Hay que alcanzar un equilibrio.

¿La arquitectura es cada vez más territorio de mujeres menos en las obras?

En la universidad hay mayoría de mujeres, y me alegra que la Associació de Joves Arquitectes de Mallorca sea femenina. En las visitas de obras sigue habiendo extrañeza pero cada vez menos; donde sí creo que se ha de avanzar es en el marco legal de la maternidad entre las arquitectas en el tema de las bajas.

Su tutor fue Elías Torres y trabaja en el despacho de Se Duch, que colabora en el proyecto del Temple, también de Torres y Martínez Lapeña. ¿Heredera de esta escuela?

Es la que se denomina la línea Barcelona. Todos ellos son hijos de Sert, de Coderch, de Enric Miralles, de Torres, y yo de todos ellos; como lo soy del mallorquín Jaime Coll y de Carme Ribas.

¿Distinta a la madrileña?

Creo que Madrid se ha actualizado a la de ETSAB de Barcelona.

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