La penumbra llena el obrador, iluminado por velas. El ayudante de Tomeu Arbona coge una vasija de barro, pone harina, agua, más harina, y empieza a remover. El conocido repostero del Fornet de la Soca, sentado en un taburete, canta una tonada tradicional y rompe el silencio en el abarrotado sótano del Forn del Teatre.

Los presentes asisten expectantes a la creación de la primera ensaimada del histórico horno de la plaza Weyler después de su cierre el año pasado. Arbona deja de cantar, coge el relevo y continúa con la ceremonia. Extiende la masa en la encimera, la aplana y la divide en dos tiras, que enrolla unidas para otorgarles la característica forma redonda del dulce mallorquín por excelencia.

La magia de la gastronomía fue el regalo que el repostero quiso ofrecer este miércoles a los invitados a la inauguración de su nuevo local, debido a que el Fornet de la Soca (antes en la calle Sant Jaume) se ubica desde hoy en el centenario establecimiento modernista. El impulsor se emocionó hasta casi las lágrimas cuando recordó a los presentes su primera apertura hace ocho años -“en un momento en el que todos sufrimos mucho por la crisis”, dijo-. Se quedó sin trabajo y decidió dedicarse a su pasión. “Empecé con muchísima ilusión y muy pocas cosas, con un horno de pizzas en un obrador de cuatro metros cuadrados que fue entrañable”.

“El horno de mis sueños”

Cuando un día por casualidad vio el cartel de ‘Se alquila’ en el Forn del Teatre -“siempre ha sido mi sueño”-, no se lo pensó dos veces. “Me parecía maravilloso desde fuera, no lo conocía por dentro, aunque creí que era posible dar el paso. No lo necesitábamos, pero era la oportunidad de situarnos en el corazón de la ciudad”, tal como relató ayer. Cumpliendo su sueño ha propiciado que retome su vida el emblemático Forn, en una época en la que “el pequeño comercio está sufriendo mucho y el gremio del pan está prácticamente desapareciendo, debido a que es un trabajo muy duro y hay una invasión de franquicias que venden un producto económico, un hecho que está relacionado con su calidad”.

Aseguró que su negocio seguirá ofreciendo “un producto local y auténtico”, reconocido como uno de los mejores de España. “Tal vez nos radicalicemos un poco más”, avanzó sobre su dedicación a la recuperación de recetas antiguas. Por algo Arbona define su labor como “arqueogastronomía”. Y mantendrá en la plaza Weyler la idiosincrasia de un horno local, “donde nunca ha habido ninguna cafetería”, afirmó para despejar las dudas de quienes le preguntan si aprovechará la terraza. Tras su parlamento, los invitados salieron del obrador del sótano (tiene otro a pie de calle y se ve desde fuera) para admirar la cuidada reforma y disfrutar del aperitivo del nuevo Fornet de la Soca.