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Sa Torreta

La paciencia del pescador

En la pesca, el nombre del juego es la paciencia. No sé de quién es la frase, pero en la foto de Torrelló, al menos una decena...

Una decena de pescadores en el puerto de Palma. Torrelló

En la pesca, el nombre del juego es la paciencia. No sé de quién es la frase, pero en la foto de Torrelló, al menos una decena de personas se ejercitan en la imitación de Job en una de las escolleras de los muelles de la bahía.

El buen pescador puede alcanzar la contemplación con más facilidad que el practicante de yoga. El pescador es capaz de enganchar un cebo diminuto a un anzuelo aún más pequeño con más facilidad que enhebra la aguja la más hábil de las zurcidoras. El pescador curtido echa la caña hacia atrás y con un movimiento armónico y elegante proyecta el hilo mar adentro. El pescador es capaz de quedarse ensimismado durante horas con la vista perdida en el horizonte pero sin dejar de prestar atención al más mínimo movimiento del suro, que le indicará que ha caído una presa. El pescador, el buen pescador, puede regresar a casa con el zurrón vacío y el espíritu colmado por la visión de la naturaleza.

Sobre los pescadores cuelga el sambenito de ser unos consumados embusteros. Algunos científicos como el profesor Franz de Copenhague, sostienen que el pez es la única especie animal que continúa creciendo después de muerto. Exageraciones. En cualquier caso nada distinto a lo que ocurre entre otros colectivos. ¿Quién no ha presumido de marcar un golito más de los que indicaría una estadística veraz del partido de futbito de la empresa? ¿Quién no ha aumentado el tamaño de los jugosos tomates que cultiva en su huerto? ¿Quién no ha hinchado sus conocimientos de inglés en un currículum para encontrar trabajo?

El pescador de caña de ribera y en puerto debe ser la persona más humilde del mundo. Casi siempre tiene que conformarse con unas llises o un poco de peix de roca. Tengo la impresión de que la estampa de estos pescadores es menos frecuente o, como poco, menos masiva. Cada vez se exige más papeleo. El puerto está cada vez más cerrado a los ciudadanos en beneficio de los yates y cruceros. Pero, sobre todo, vivimos en una sociedad que cada vez tiene menos paciencia. Y sin paciencia no hay pesca.

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