Una niña no para de llorar porque no puede estudiar por los ruidos de la calle. Sus padres la llevaron a un psicólogo. Una señora de 80 años, residente en el centro histórico de Palma, lleva años tomando tranquilizantes para poder dormir. Primero fue víctima de la Ruta Martiana y ahora el ruido regresa por la aglomeración de terrazas en plazas como la d’en Coll. Un hombre que trabaja de freelance en su casa, tiene que abandonarla los fines de semana porque en el restaurante que está en los bajos del edificio, la jarana de cenas de grupos no le dejan concentrarse. El ruido es insoportable. Vive en Santa Catalina.

No son casos aislados. Esta última semana, vecinos de la plaza Major contemplan volver a hacer una protesta colectiva frente a las “descontroladas” actuaciones de músicos en la calle. “¡Es para pegarse un tiro!”, expresa enfáticamente Agnes Coll, una de las perjudicadas.

En el otro extremo de la ciudad, se convive “muy mal” con el ruido de los barcos de las compañías comerciales,ruido de los barcos de las compañías comerciales que “no cesan en todo el año”. Desde el paseo Marítimo, can Barbarà y La Bonanova no se descarta crear una plataforma de protesta colectiva. Acusan la falta de una solución de un problema que es competencia de la Autoridad Portuaria ya que la ordenanza municipal no contempla actuar en ruidos producidos por barcos, trenes y aviones.

Anna Moilanen, la Defensora de la Ciudadanía, constata un hecho: “Un setenta por cien de los habitantes de Palma sufren saturación sonora al soportar más de 50 decibelios de ruido, el límite establecido por la Organización Mundial de la Salud”. “La Administración debe dar respuesta porque se pone en riesgo la salud y se incumple el derecho al descanso”, recuerda.

Dos semanas atrás, Moilanen abrió expediente por ruidos en zonas del centro de la ciudad, en las comunidades de vecinos de la plaza de la Mercè y de la d’en Coll.

Este 2017 se han abierto un total de 10 expedientes por ruido, lo que supone un 32 por ciento del total. Cinco de ellos, han sido presentados por colectivos de la calle Fàbrica, o las mencionadas comunidades de vecinos. El ruido es la tercera queja de los habitantes de Palma, por detrás de denuncias por vehículos abandonados y las quejas a Emaya, principalmente relacionadas con el tema de la suciedad de la ciudad.

Pese a tener una ordenanza de ruidos y vibraciones, la aprobada en el Pleno en diciembre de 2013, la saturación sonora no deja de aumentar. Con todo, esta semana se ha dado un paso adelante al aprobar la constitución de la comisión técnica de Ruidos y Salud en la que se coordinarán las áreas de Sanidad y Consumo, Seguridad Ciudadana, Urbanismo y la oficina de la Defensora de la Ciudadanía.

Palma cuenta con un Plan de Acción contra el Ruido 2015, y como tal establece la prioridad de “elaborar un mapa del ruido” que, hasta la fecha, no se ha llevado a cabo. “Si lo contemplásemos como una imagen de contaminación ambiental, la nube tóxica sobre Palma sería inmensa. ¡Nos echaríamos a temblar! Creo que hay que dar una solución sostenible. Es fundamental saber qué modelo de ciudad se quiere”, indicó la defensora de la Ciudadanía.

Este viernes, y sirva como ilustración, ella misma midió el nivel de ruido de un músico en la plaza de Cort sin megafonía. El resultado: 75 decibelios. El límite permitido son 50.