­"¡Que viene, que viene!". El toro se abalanza sobre dos jóvenes. Se ríen porque, por suerte, el morlaco es de cartón piedra. Es 5 de julio, ¿San Fermín? Pues sí, es la recreación de los sanfermines en Palma. Una fiesta a las que asistieron más de 2.500 personas con ganas de pasárselo bien. Y el jolgorio cada año va a más. El propietario del bar España, Toni Martorell, explica que ayer se vio "mucha más gente que otros años". Aún más gente.

La fiesta arrancó hacia las 11 de la mañana, una hora antes del chupinazo. En las calles del barrio de Sant Nicolau ya había grupos de gente vestida de blanco impoluto con el pañuelo rojo al cuello. Los asistentes aprovecharon para comenzar la juerga etílica. A las 11.50h ya no cabía un alfiler en las cercanías del bar España, que organiza la fiesta desde 1998. "Al principio no se llenaba ni la mitad de la calle y mira ahora", decía un vecino asombrado. Desde la barra no se veían los edificios del fondo. Todo eran cabezas mojadas por las mangueras y los cubos de agua que lanzaban desde los balcones. Era casi imposible llegar hasta una barra para pedir bebida, así que el resto de bares y colmados del barrio hicieron su agosto.

El chupinazo fue puntual, como manda la tradición. "Canamunters, canamunteres, bones festes. Nosotros ni abdicamos ni estamos aforados. ¡Gora san Fermín!" El encargado de lanzar el cohete fue Vicente Alberola, el clásico torero con gafas de culo de botella que ya lleva 16 años capeando al toro, Camil Casanovas. Reventó el petardo. En los balcones de Can Escursac la cosa estaba animada. Pero a pie de calle el júbilo era máximo. Brazos en alto, copas al aire y aplausos para homenajear al patrón navarro, que salió a desfilar.

Aparecieron los toros, el torero y la banda Los estupendos burruños para encender la música. "1 de enero, 2 de febrero€", cantaban los asistentes al unísono. Le siguió un "oe, oe, oe, oe" y un "hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual". Cualquier cántico festivo era bienvenido.

El blanco de las camisetas -digno de anuncio de lejía- fue mutando hacia un tono entre lo rosáceo y lo transparente. Un vinito que se desparrama, una cerveza que se cae, más cubos de agua para refrescar el ambiente. Incluso volaron garrafas de sangría.

Hubo manteos y saltos desde las ventanas hacia la multitud. El toro acabó engullido por la masa. Los veteranos de la fiesta dicen que este año no solo se vio más gente, sino también a más fiesteros vestidos con el atuendo de los sanfermines. Los mejor preparados llevaban hasta sombreros con latas de cerveza a los lados para repostar líquidos con comodidad.

Algunos comerciantes acabaron molestos. No solo porque en la Costa de Can Berga bajaban ríos de orín, sino porque la fiesta les empañó el primer sábado de rebajas. Pero a los jóvenes, que estuvieron de fiesta hasta las seis de la tarde, eso les daba igual: "Hoy a divertirse y mañana€ ya veremos".