El Polígono de Son Valentí es una expectativa de negocio a la espera de que la crisis amaine, un proyecto de milla de oro sin metal precioso, ganancia o beneficio. Creció al calor de la escasez de suelo en Son Castelló y sus disparatados precios en los años en en que todo era posible. Pero la crisis y la brusca parada del negocio inmobiliario dejó la lujosa infraestructura acabada, pero sin uso ni plusvalía, al menos en una parte muy importante. Antes del desplome, poseer un edificio de oficinas bien situado para vender o alquilar convertía a cualquier empresario o inversor en millonario. Hoy difícilmente encontrará un banco que le preste dinero a cambio, aunque el edificio se encuentre en Gran Vía Asima. Y de esta forma han ido cayendo empresas que se creían capitalizadas y a salvo de cualquier contratiempo, de esta forma los alquileres siguen bajando de un año a otro sin que florezca la ansiada oferta. Por eso y pese al significativo y diversificado abanico de negocios ya existentes, Son Valentí sigue siendo más un proyecto que un polígono industrial consolidado. Falta lo más importante, la actividad económica, aunque hoy nada garantice el día de mañana ni la próxima Navidad.