Opinión | Tribuna

Fundamentos del "libre" mercado

Hace décadas que conocíamos los efectos que iba a generar la libre oferta en el mercado turístico de Mallorca. A pesar de conocerlos, se veían con ojos brillantes de euforia los viajes de los gobernantes a las ferias de turismo internacionales para promocionar nuestra isla. Mallorca (y Baleares en su conjunto) seguía subiendo en el ranking de destinos deseados. Todos sabíamos que esto produciría dos cosas nefastas: masificación turística y encarecimiento de la vivienda. Y lo sabíamos porque en Ibiza ya había ocurrido. Sin embargo, nadie hizo nada para remediarlo, ni izquierdas ni derechas, ni centros ni extremos, ni ecologistas ni empresarios. Y ahora que ya se han producido, de manera patente y casi insultante, esas dos consecuencias del libre mercado (sumada a una pésima planificación), salimos a la calle a gritar consignas contra el turismo de excesos y "la tierra para el que la habita". Pero ya llegamos tarde. Ha pasado lo mismo que con el cambio climático. Ya llegamos tarde.

Ahora bien, no todo está perdido. De los errores se puede aprender. Hagamos una reflexión acerca de las causas, profundicemos un poco de la mano de la filosofía buscando una respuesta que nos ayude a no cometer los mismos errores una y otra vez. Preguntémonos, ¿por qué no se puede poner límites al precio de la vivienda? ¿Por qué es tan difícil poner a disposición de la ciudadanía la propiedad improductiva, como, por ejemplo, pisos vacíos? ¿Se puede limitar la compraventa de propiedades a los extranjeros no residentes o fondos de inversión?

La respuesta a estas cuestiones se encuentra indisolublemente unida a la pregunta de cuáles son los fundamentos del libre mercado (o economía de mercado). El libre mercado se fundamenta en la idea de que la competencia es el mejor contexto para el desarrollo de la sociedad. Ahora bien, ¿quién inventa la competencia como elemento armonizador de la oferta y la demanda? Y, sobre todo, ¿por qué? Se acepta que fue Adam Smith quien en el siglo XVIII publica su teoría del Liberalismo de la que surgirá la idea de la competencia y el libre mercado. Si tenemos en cuenta que el proceso de colonialismo estaba en plena fase de desarrollo y que ya en los ss. XVIII y XIX los estados europeos estaban saqueando y esquilmando a sus colonias, si tenemos en cuenta que en Norte América, se estaban amasando grandes fortunas gracias a la mano de obra esclava y que es en este país donde el liberalismo va a cobrar una enorme fuerza, entenderemos que el libre mercado y la competencia no nacieron de una observación de la naturaleza ni de las leyes físicas ni biológicas. Nacieron de una estrategia egoísta y demagógica. Lo podemos explicar sencillamente de la siguiente manera. Unos amigos consiguen, empleando la fuerza y el poder de convicción de los padres, apropiarse de todas las canicas del barrio. Una vez las tienen todas, deciden, dado que tienen el poder respaldado por los padres, que a partir de ahora cada uno tendrá las canicas que por su propio trabajo pueda conseguir y para demostrar que este sistema se basa en la libertad, se establece una libertad de intercambio. Como el punto de partida es desigual, serán los poseedores de todas las canicas quienes tendrán más posibilidades de poner el precio a las canicas y obtendrán cuantiosos beneficios. Al final tendrán la mayoría de las canicas y el dinero de todos los niños.

Este es el fundamento del libre mercado o de la economía de mercado. ¿Saben ustedes cómo han amasado sus grandes fortunas las grandes familias norteamericanas y europeas? Con la ayuda de los evangelizadores y de las iglesias -que han santificado su acción de apropiación-, lo han conseguido saqueando los países pobres que ahora son más pobres todavía porque ya casi no tienen materias primas ni dinero.

¡Qué bien les va a los que se han apropiado injustamente de la mayoría de los recursos establecer y santificar la libertad de mercado! Claro porque a ellos es a quienes más les beneficia. Y para que no se note, se han publicado millones de folletos y artículos explicando que las leyes de la oferta y la demanda del liberalismo económico son igualitarias y maravillosas.

Se ha demostrado que Darwin no tenía razón cuando afirmaba que la competencia es el motor de la evolución. Se ha constatado que las leyes de la oferta y la demanda son una quimera y que todavía no se ha dado una armonización espontánea de los precios que beneficien a los ciudadanos. Se ha demostrado que la economía de mercado no ayuda a construir una sociedad mejor. ¿Por qué seguimos defendiendo y adorando esta idea inventada y manipulada? ¿Por qué los gobernantes no se revelan ante estos hechos para proteger a los ciudadanos que no tienen vivienda o que no pueden disfrutar de sus tierras, porque los tour operadores mandan enviar millones de turistas a las islas todos los años?

Seguramente, porque a los gobernantes, los de todos los colores, incluidos los políticos de la Unión Europea, también les interesa mantener la idea nefasta y manipuladora del libre mercado. Los gobiernos pueden expropiar y también pueden limitar, amparados en la función social del Estado de Derecho, el intercambio de bienes y servicios. Si no lo hacen es porque no quieren.