Opinión | DESDE EL SIGLO XX

Milei propulsa a Vox, refuerza a Sánchez y deja al pairo a Feijóo

A Pedro Sánchez le visita la diosa fortuna encarnada en locura argentina, mientras que a Núñez Feijóo parece haberle mirado un tuerto cuando el viernes da inicio la campaña electoral de las europeas del nueve de junio

El presidente de Argentina, Javier Milei.

El presidente de Argentina, Javier Milei. / EP

Antes de sumergirnos en el disparate no pasemos por alto que el presidente de la República argentina, Javier Milei, es genuino representante latinoamericano del nuevo fascismo, que en Europa tiene otras caras, otros desenvolvimientos: la italiana presidenta del Consejo de Ministros, Giorgia Meloni; de la, tal vez, futura presidenta de la República francesa, Marine Le Pen; del presidente del Gobienro húngaro, Viktor Orbán; también de los holandeses, finlandeses, suecos, todos en posiciones de gobierno. Todos bajo el manto protector de Donald Trump, insólito líder del neofascismo norteamericano; teniendo de contrapunto al fascismo mafioso que en Rusia personaliza Vladímir Putin. Acongoja. Acojona. Aunque la ausencia de cultura histórica es apabullante, vale la pena adentrarse en lo que acaeció en Europa entre 1919 y 1939, conocido como «período entreguerras». Repásenlo y átense los machos. España no queda al margen. Vox (qué no hará si da con un líder de verdad y jubila al fantoche de Abascal) pone al PP en tesitura complicada; y, de verdad que hay que lamentarlo, no se ve que Alberto Núñez Feijóo sea el político capaz de sustraer al conservadurismo español del campo de gravedad que proyecta la extrema derecha.

Adentrémonos en el disparate, que de él la política no solo vive sino que, en ocasiones, deviene decisivo: Milei, pasándose por el forro los usos diplomáticos, y los otros, llega a España sin rendir la obligada visita institucional al jefe del Estado, el rey Felipe VI, nuclea acto electoral de Vox en el que el insulto al presidente del Gobierno es hilo conductor, basamento del festival de la extrema derecha patria. Bien, entonces se abre conflicto diplomático que hábilmente utiliza Pedro Sánchez para cobrar fuerza en las elecciones europeas, impulso adicional al proporcionado por las elecciones catalanas. Vox, encabritado, arremete contra todo lo que se mueve, incluido su socio al que, otra vez, llama «derechista cobarde», «derecha traidora». ¿Cuál es la réplica del PP al aquelarre dominical? Pues la de, con carencia de cintura llamativa, meterse en el consabido lío del que sale ridiculizado: primero Miguel Tellado se alinea con Milei; después González Pons, comprobadas las repercusiones, trata de limitar daños; sucede, como colofón, que un sobrepasado Feijóo establece lo que nunca ha de hacerse: quedarse en tierra de nadie, intentar dar con imposible equidistancia. Resultado, el PP entra en campaña electoral lastrado por Milei, por la fuerza que ha otorgado a Vox, y con el contrastado don de la oportunidad del presidente del Gobierno.

Lo expuesto no empece que haya que calibrar el disparate en la dimensión que merece, que es, insistamos, preocupante. La fuerza que exhibe la extrema derecha neofascista en Europa es llamativa. Si en las elecciones del nueve de junio obtiene resultado que le posibilite establecer grupos parlamentarios potentes pondrá al PP europeo ante un espejo que reverbera en los años 30 del pasado siglo. El alemán Manfred Weber desea tenerla a su vera. La justicia social al carajo, como dice Milei, pregona Díaz Ayuso. El contrapunto al neofascismo continental se personifica, quién lo iba a pensar en 2017, en Pedro Sánchez, en el que la socialdemocracia europea tiene depositadas buena parte de sus expectativas, tanto electorales como de capacidad para frenar la marea neofascista, que busca liquidar lo que ha sido durante setenta años el proyecto europeo. Para satisfacción de Putin. Alegría de Trump. Si Feijóo se niega a verlo, embridado por el odio inextinguible que la derecha profesa a Sánchez, recordaremos lo que Miguel de Unamuno lloró en horas muy trágicas, desoladoras: «pobre España, pobre España».

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