Opinión

No va contra los turistas, pero también

Por mal o bien organizadas que estén, por la idoneidad o no de los días y horas seleccionados, por la poca o mucha gente que finalmente vaya, las concentraciones convocadas contra la masificación turística en Ibiza y Mallorca ya son un éxito. El Govern no quiere que se repitan imágenes como las de Canarias. Consciente del profundo malestar de una población que pierde calidad de vida al galope, empobrecida, expulsada, ninguneada, ha sacado la artillería propagandística a escena y los gerifaltes del PP balear llevan días admitiendo que las islas han llegado «al límite» (lo hicieron hace ya muchos años) y prometiendo unas medidas «restrictivas y valientes», sin concretar, que espero que no sean un brindis al sol (al igual que confío en que el «crecer en valor» que pregona ahora Toni Costa no signifique seguir haciéndolo en especulación y lujo depredador). Pero, aun así, valoro el avance frente al «cualquier turista que venga es bienvenido» que proclamaba el conseller Jaume Bauzà al poco de tomar posesión, y la decisión de mantener esta temporada una moratoria que, hasta hace nada y por vacía que hubiera resultado en la práctica, era «intervencionista» y «criminalizaba» al sector.

Porque no, no todos los turistas son bienvenidos. Para empezar, que el 7% del turismo que viaja a Ibiza se aloje en la oferta ilegal, según el barómetro de Ateif, significa que nos visitan miles de indeseables que se pasan por el forro la agonía de los trabajadores de esta tierra con la vivienda por puro egoísmo. Me he encontrado a alguno presumiendo de que estaban en un piso y no en un hotel porque les daba más «libertad», y si han desahuciado a una familia para alojarlos a ellos, no era problema suyo. También se pueden quedar en casa los que vienen a «beber todo el día» y «a la mierda las reglas», los que toman la calle o cala por discotecas y a los vecinos por figurantes, los que conducen drogados, los que vacían la sentina del yate en el mar, los que maltratan los espacios naturales... No, en estas islas congestionadas ya no recibimos al turista con tanta «alegría». A muchos hay que darles puerta.

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