Opinión | Desde el siglo XX

El ‘sanchismo’ deja varado al independentismo catalán

La amnistía, la arriesgada apuesta del presidente del Gobierno, lo lanza desde Cataluña, de la mano de Salvador Illa, posibilitando al PSOE competir con fuerza en las elecciones europeas de junio, no es poca cosa

El presidente de ERC, Oriol Junqueras, en Tarragona.

El presidente de ERC, Oriol Junqueras, en Tarragona. / ERC

No descartemos que en octubre otra vez se pongan las urnas en Cataluña: los independentistas son lo que son, tan imprevisibles, tan poco finos, que les pone la alternativa de echarse al monte y probar suerte. ERC lo tiene francamente mal al quedarse sin candidato: el fariseo Junqueras, que calla como un muerto desde el domingo, no podría presentarse; se encargarán los jueces de impedir que se le aplique de inmediato la amnistía; de Junts cabe aguardar cualquier dislate al estar en manos de Puigdemont, aunque es preciso prestar atención a un analista tan fino como Enric Juliana anunciando que ha iniciado el retorno a las esencias de la vieja Convergencia de Jordi Pujol, todavía, a sus 93 años, a pesar de sus múltiples corrupciones, con predicamento. Lo cierto es que Pedro Sánchez ha apiolado el denominado procés, disparate amplificado por el desastroso discurso de Felipe VI en octubre de 2017, tan jaleado por la derecha española. El ‘sanchismo’ se reivindica en el Principado, ganando con holgura las elecciones, pese a la amenaza del bloqueo, lo que le abre las puertas para competir con fuerza en las elecciones europeas del nueve de junio, las que hasta antes del domingo el PP las anunciaba como la oportunidad para hacer un enorme roto al PSOE. Ya no será fácil. Algunas encuestadoras, que siempre miman al PP, llaman a la prudencia. El gurú Narciso Michavila se cura en salud. Sánchez ha dejado al independentismo catalán hecho unos zorros: hundida ERC, al tiempo que Junts no hace realidad la patraña de la «restitución del presidente legítimo», ensoñación de Puigdemont, que lanza amenazas de desestabilizar la mayoría gubernamental.

Vayamos a lo que desde ahora adquiere prioridad: la pugna PSOE-PP, que tendrá una primera cumbre (habrá más ) en las elecciones europeas, tan decisivas para calibrar hasta dónde llega en la UE la pleamar de las extremas derechas continentales. El PP, en Cataluña, ha constatado que cuando la extrema derecha, Vox, hace acto de presencia es para quedarse: no ha perdido ninguno de sus 11 diputados incrementando casi tanto como los de Feijóo su caudal de votos. Además, aparece otra extrema derecha, joder, la de Alianza Catalana, nominalmente independentista, que ya gobierna en Ripoll. Dos extremas derechas presuntamente antagónicas. Así que el PP tiene que introducir la petrificación de Vox en sus ecuaciones sabiendo que, con los de Abascal, se le hará muy cuesta arriba desalojar al PSOE del Gobierno de las Españas. La catatonia en el que ha quedado sumido el independentismo le priva a la derecha española, la que insemina la ‘ayusista’ de Madrid, de una de sus proclamas (la otra es ETA), por lo que preguntémonos de qué irá la manifestación, convocada por el PP, cómo no en Madrid, del día 26 para protestar contra la amnistía, a punto de retornar al Congreso para ser definitivamente aprobada.

El «autócrata» de La Moncloa ha vuelto a demostrar que es capaz de sobrevivir a las peores contingencias. Es el presidente más insultado, vituperado, execrado, de los habidos en España. Con Pedro Sánchez, tanto la derecha como sus múltiples terminales, así como los vetustos rebotados del PSOE y los viejos comunistas irredentos, siempre odiando a la socialdemocracia, han agotado los epítetos; les queda el socorrido recurso de llamarle «inmoral». Pues ahí lo tenemos, victorioso en Cataluña, aguantando la coalición con el PNV en Vasconia, sin renunciar, lo que empieza a ser llamativo en Europa, a mantener a un Gobierno de las izquierdas, con el lastre de la manifiesta endeblez de Sumar. Cataluña ha dicho muchas cosas, la principal, y no es poco, que Pedro Sánchez está y se le espera. 

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