Opinión | TRIBUNA

Oppenheimers y Tomeus

Ilustración: Oppenheimers y Tomeus

Ilustración: Oppenheimers y Tomeus

Oppenheimer, la película lo quería todo para ella y se ha quedado con todos los Oscars buenos. Oppenheimer, el señor, fue un insigne físico alemán cuyos padres emigraron a Estados Unidos. Él solito puso punto y final al terco imperio japonés con su proeza atómica. Luego le dio mala conciencia. Hay que ver.

Como ven, la guerra se libró en gran medida en la batalla del saber. Y a los que más sabían, se los rifaban. Y este es el tema de hoy. El talento sin fronteras.

Ahora les pido que imaginen que ustedes no son de aquí. Ya sé, no en fa ganes. Ahora elijan un país, el que más les guste de los 194 que estamos. 195 con Palestina. O lo que queda de ella. Vale. Tercera. Ahora elija para usted una posición profesional en ciencia y medicina. ¿Lo tiene?

Vale, ahora venga a vivir a Balears, o a Barcelona, o a Cáceres, e intente convalidar sus conocimientos para seguir ejerciendo. Sé a Ciencia Cierta que lo van a suspender. Al menos si usted eligió odontología.

¿Eligió usted ser dentista venido de Israel, China, Estados Unidos, Noruega o México? No importa. Usted no va a aprobar el examen de convalidación.

¿Cómo lo sé? Esta es la noticia. Todos los candidatos a convalidar sus títulos de odontólogo estomatólogo han suspendido el examen. Todos y cada uno de ellos. Durante los últimos cinco (5) años. Tutti. El 100%. Suspendidos. En todo el territorio del Estado. Este escándalo de proteccionismo es una ignominia con consecuencias:

Ilustración: Oppenheimers y Tomeus

Ilustración: Oppenheimers y Tomeus / DM

La primera, la que le afecta a usted, a mí y a nuestra salud bucodental, es que a usted no le atienden Oppenheimers. A usted le atiende Tomeu. No porque sean mejores o peores dentistas. El criterio es simplemente porque son de aquí. Le podrá a usted atender el mejor o el peor, pero siempre de aquí.

La segunda. Candidatos de valía que acaban desperdiciando sus conocimientos, haciendo intrusismo involuntario en hostelería, en el taxi, por poner dos ejemplos rápidos. Quizá nuestro próximo gelat fet a Sóller, nos lo esté sirviendo el catedrático de estomatología de Honduras.

Otra. Dichos candidatos han invertido cientos de horas de estudio adicionales, también dinero en abogados para pleitear la cacicada. Lo cruel del tema es que todos son suspendidos en el último examen de todos, el de ortodoncia, cuya bibliografía de 20 volúmenes está escrita en noruego. No me lo estoy inventando.

La cuarta. El dentista local, al verse protegido por el gremio medieval, no necesita innovar, ni estudiar. Que se me entienda bien. No es que no lo haga, pero en relación a la competencia global, es un hecho que no lo necesita. No tiene que resolver ninguna nueva práctica ni actualizarse con un máster, porque su clientela está en un coto privado. A usted solo le dejan elegir dentro de un subconjunto finito y congénito.

La quinta. El desprestigio internacional. Las facultades de odontología, y los Ministerios de Educación de todos estos países se hacen eco de esta práctica inmoral. España está en la prensa médica internacional, para mal. En resumen, España está incumpliendo los acuerdos de reciprocidad bilateral en materia de Educación superior con infinidad de países que sí convalida a los españoles, incluido un amigo mío de Algaida que se llama Tomeu y es una eminencia en México.

Esta es la bomba que nos tiran los examinadores oscuros de la profesión odontológica.

Que se sepa.