Opinión

Consideraciones vascas

Los candidatos a las elecciones vascas en el debate de RTVE.

Los candidatos a las elecciones vascas en el debate de RTVE. / EFE

La suerte está casi echada en relación a las elecciones vascas del próximo domingo, cuando las últimas encuestas permitidas dan una leve ventaja a EH Bildu sobre el PNV, las dos grandes formaciones nacionalistas que con seguridad alcanzarán conjuntamente el 70% de los votos, en tanto las formaciones estatales PSE-PSOE y PP (10 y 6 escaños respectivamente) se situarán en posición claramente marginal, y las restantes minorías quedarán sin representación o con apenas un escaño, a pesar de que el mínimo necesario para ingresar en el parlamento vasco es el 3% y no el 5% que regía en Galicia.

Si se cumplieran estas previsiones, y es improbable que haya sorpresas, las posibilidades de gobernabilidad serán obviamente tres: o un por ahora imposible pacto nacionalista Bildu-PNV, o un acuerdo clásico PNV-PSE, o una alianza inesperada Bildu-PSE. Tales hipótesis han de cernirse en el harnero de la singularidad vasca, todavía afectada por la sombra de ETA, dado que Bildu no ha condenado con la suficiente rotundidad el cruento terrorismo de la banda armada hasta su extinción en octubre de 2011.

Doce años después, las heridas políticas no han cicatrizado del todo, evidentemente, y no debe extrañar tal evidencia ya que en el Ulster, tras el acuerdo del Viernes Santo de 1998, hace un cuarto de siglo, todavía es muy difícil la cogobernanza entre el IRA y los realistas. Aún es necesario aquí que la izquierda abertzale, brazo político de ETA, haga la suficiente autocrítica y sobre todo es preciso que transcurra el tiempo suficiente para que la normalidad se asiente y se cierna sobre el pasado el piadoso manto de la mitigación del dolor. Pero aunque la realidad es la que es, no tiene sentido que el PP siga llamando a los de Bildu «enemigos del pueblo vasco» cuando los hechos y las cifras acreditan que para un sector muy potente del pueblo vasco Bildu es ya su representante predilecto. Se quiera reconocer o no, esa ‘normalización’ de que hablábamos ha llegado ya al País Vasco. Aunque exista, también es verdad, el sobreentendido de que, por razones no estrictamente políticas, que comparte Bildu, sea mejor para todos que se mantenga el vigente statu quo, la actual combinación de gobierno. Tal vez sea esta la última vez que haya que enmendar la matemática electoral por razones morales e históricas, de forma que si las aguas recorren el cauce mencionado, la normalidad basada en la simple racionalidad numérica sea imponga sobre cualquier otro criterio.

La otra consideración que puede derivarse de las elecciones hace referencia a la izquierda del PSE-PSOE. En 2020, Podemos –que concurría encabezando la coalición Podemos Ahaldugu/Ezker An- obtuvo más del 8% de los votos y 6 escaños, por delante de la candidatura PP-Ciudadanos, que obtuvo menos del 7% y también 6 escaños. Ahora, una de las encuestas más circuladas anuncia que Sumar obtendría el 2,2% de los votos y Podemos el 2,3%, con lo que ambos quedarían fuera de la cámara vasca por el referido límite del 3%.

El hundimiento de la izquierda radical es fruto de una lógica inapelable: cuando los distintos grupos ubicados a la izquierda del PSOE son capaces de hacer el esfuerzo de ponerse en común, algo intelectualmente bastante fácil porque el progresismo muestra unos signos de identidad muy claros, ello significa que sus líderes anteponen el interés de la colectividad, el interés general, a sus pasiones y apetencias particulares. Cuando no pueden/quieren hacerlo es porque su arrogancia e interés particular son más potentes que el sagrado deber que tiene el líder hacia sus prosélitos. «Puesto que me siguen, me pondré a su cabeza», afirmó el clásico.

Esta división lamentable, que por razones obvias ha de cargarse sobre todo en la cuenta de Yolanda Díaz, que es quien tiene una seria responsabilidad política institucional, ha provocado un trasvase de votos desde la izquierda estatal a la izquierda abertzale, hasta el punto de hacerla avanzar desde los 21 escaños del 2020 a los 30 que ahora le atribuyen las encuestas.

Por resumir, si los pronósticos se cumplen, el PNV deberá emprender un inaplazable proceso de rejuvenecimiento (no basta con renovar al líder), Sumar y Podemos deberán reflexionar a fondo sobre sus discrepancias y el PP hará de hacer una reflexión profunda ante esta nueva prueba de su irrelevancia periférica.

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