Opinión

Callar en paz

¿Cuándo se calla un muerto? Las amenazas ya no le valen, porque está muerto. Tampoco las paletadas de tierra ni las piedras que cubren su hoyo. No importa la lluvia ni el sol, ni el silencio impuesto sobre ellos, ni las leyes que les niegan su existencia espectral. A un muerto no le calla nadie y, si son muchos, su clamor ensordece, porque nunca cesa. Tienen toda la eternidad para seguir gritando. Y ya no tienen miedo.

Los muertos no se callan, señores del PP y Vox, por mucho que ustedes lo pretendan. Una cruel dictadura de 40 años quiso silenciarlos, y no lo consiguió. Un rumor, un grito, tanto da. Es la voz de los muertos. Tienen una historia que contarnos y todos estamos obligados a oírla, porque es nuestra herencia. Hasta que este país no sea capaz de escuchar en paz, ellos seguirán. Gritando desde esas fosas que a ustedes tanto parece molestarles.

Las han llamado leyes de concordia y es difícil soportar tanta burla. Un insulto más, un escupitajo a los ejecutados de madrugada antes del grito de gracia. Dice la ley de Castilla y León que la Guerra Civil fue fruto de las «dinámicas de enfrentamiento de años anteriores». Y, de un plumazo, ha borrado el golpe de Estado de julio de 1936. También excluye a las asociaciones de víctimas de las exhumaciones, no sea que quieran recuperar a sus muertos. La ley de Aragón es más directa, elimina el mapa de fosas regional. Vamos a jugar al escondite. Y la prosa que emplea la Comunidad Valenciana es pura perversión: «España ha vivido etapas muy convulsas, como la Segunda República, la Guerra Civil, una dictadura y el azote del terrorismo etarra e islámico». ¿Cuánto cinismo es necesario para comparar una democracia a una guerra, una dictadura o al terrorismo?

Los muertos son nuestra memoria, y no callan. Su voz escapa por una heridas que siguen abiertas. No hay concordia sin reparación. No la hay si se retuerce la historia a voluntad y se sigue humillando a los vencidos. Déjenlos ya. Que hablen los muertos para que puedan callar en paz.