Opinión

Ayuso queda reducida a líder provincial

El ventrílocuo Miguel Ángel Rodríguez ha tenido que mover los labios ante la velocidad del Maserati, la presidenta madrileña recibe pena de confinamiento y ve cercenada su proyección

Isabel Díaz Ayuso.

Isabel Díaz Ayuso. / Archivo

Apartarse de las incitaciones a la violencia que se han adueñado de la política española permite concentrarse en la repercusión de los sucesivos escándalos. Cuando un payaso como Donald Trump llega a presidente de Estados Unidos, no implica que cualquier clown esté mejor cualificado para el cargo que un político profesional. Así lo entendieron sabiamente Robert Redford, George Clooney, Oprah Winfrey o Clint Eastwood, al negarse a morder el señuelo de la aventura presidencial. Y en efecto, este texto desembocará en su justo momento en Isabel Díaz Ayuso.

Un Trump no hace verano, pero tampoco debe considerarse excepcional, recuerden los precedentes de Reagan o Berlusconi. Tampoco la procedencia circense garantiza presidentes reprobables, porque Zelenski gobierna heroico Ucrania después de haber ganado el concurso de Mira quién baila. A años luz de todos los citados, Díaz Ayuso forma parte del cortejo de gobernantes inspirados en el Donald. Sin embargo, ha abusado de su fortuna.

Al enamorarse de un coche deportivo, que es sinónimo de fraude fiscal a gran escala, Ayuso ha cercenado su carrera. A saber, la presión de la izquierda no la obligará a dimitir de su cargo actual obtenido en buena liza, pero queda reducida a líder provincial. Por mucho que corra en su Maserati, ya no verá la tierra prometida. Por supuesto que hoy mismo repetiría su mayoría absoluta en Madrid, pero España es un poco más grande, según demostró su predecesora Esperanza Aguirre, otra centrípeta.

Por seguir su razonamiento dislocado con algún esfuerzo, Ayuso puede dormir donde quiera y montarse en el coche que más le plazca. Sin embargo, los votantes tienen derecho a sospechar que el Maserati propio o consorte sea el verdadero inspirador de la carrera política de la presidencia madrileña. Y a votar en consecuencia. La aspirante menos encubierta que descubierta a La Moncloa es tan inocente como la Infanta Cristina en Urdangarin, por citar otro ejemplo en que la mujer define la sustancia de la pareja por encima de varones anónimos. Tampoco Isabel II era la responsable de los devaneos con adolescentes del príncipe Andrés, pero la monarca pagó las facturas, también literalmente.

Pepe Rubianes fue un payaso que honraba a su gremio, a diferencia de la mayoría de los citados hasta ahora. El humorista catalán me respondió que «no quiero ser ministro, quiero ser el amante de una ministra». Sabia constatación porque, en la España reciente, el asesor o el cónyuge obtienen mejores réditos que el protagonista de la función. A cambio, los gobernantes suelen crear más desazón entre sus compañeros que viceversa, véanse Federico de Dinamarca y Mary Donaldson o Bill y Hillary Clinton. Por tanto, tanto el Maserati como su precedente Urdangarin pueden interpretarse como innovadoras aportaciones castizas.

Los enemigos de Ayuso ya la tienen donde querían, o Madrid u ostracismo. El estancamiento no pasó desapercibido a Miguel Ángel Rodríguez, así que el ventrílocuo ha tenido que mover los labios a la desesperada. No solo ha desbaratado la fantasía de una presidenta autónoma, sino que ha estado a punto de desarbolar el tinglado con su vehemencia. El novio Maserati ha sido tan dañino para la ambiciosa madrileña como el Koldo Ferrari para el PSOE.

En su intento de ocupar todas las casillas del tablero simultáneamente, el Rodríguez desatado escenifica la catástrofe que se ha abatido sobre su creación, dicho sea en el mismo sentido asexuado en que el ya citado Bill Clinton es una fabricación de Hillary, aunque se lo recompensara con Monica Lewinsky. El barbudo mago Mirlitón contempla a su Ayuso transformada en una interpretación de Penélope Cruz en una película de Almodóvar, o en la desmelenada imitación de Sofía Loren en Ferrari. La película, no el coche.

Donde hay una derrotada, por fuerza tienen que aflorar los beneficiarios de su desgracia. Núñez Feijóo se desembaraza de la engorrosa presidenta madrileña y Pedro Sánchez cancela al mismo tiempo a Yolanda Díaz, a falta de evaluar la perspectiva de género en este bloqueo de la llegada de mujeres a la presidencia del Gobierno. La partida está jugada, se ha exprimido con habilidad el jugo del Maserati. De ahí la incomprensible desazón de quienes desean colocar ante el pelotón de fusilamiento a una política desarbolada. De ahí la absurda insistencia del líder socialista, al reclamar en cada etapa de su gira mundial la dimisión de la presidenta de la provincia de Madrid. La venganza es la peor enemiga de la estrategia.

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