Opinión | ESCRITO SIN RED

Un Gobierno acorralado por la corrupción

Que el Gobierno alardee de reconciliación y convivencia con los delincuentes golpistas que abominan de España mientras se ufana de la construcción de un muro contra la derecha constitucionalista es de imposible digestión democrática

Pedró Sánchez.

Pedró Sánchez. / Mariscal | EFE

Que el Gobierno de Sánchez está acorralado por la corrupción es de una evidencia constatada cuando se contemplan sus reacciones ante las acusaciones de incurrir en ella. La ley de amnistía es sólo el primero de los escándalos. El que el Gobierno haya pasado en un solo día, el 23J, cuando se constató que eran imprescindibles los siete votos de Puigdemont para mantenerse en el poder, de considerar la amnistía como claramente anticonstitucional a proclamar a los cuatro vientos que era impecablemente constitucional, es por sí mismo escandaloso. Es la compra de siete votos a cambio de conceder la impunidad a los delincuentes. Por medio de una ley redactada por los delincuentes y pactada con el prófugo en el extranjero. Nunca se había visto una humillación así al Estado español. El paso no es ni atrevido ni audaz, es pura corrupción. El revestir de respetabilidad tal envilecimiento era el camino anunciado por Sánchez al proclamar que hacía de la necesidad virtud. Es decir, de la necesidad de seguir detentando el poder se convertía lo inconstitucional en constitucional. Y de predicar la buena nueva el autócrata encargó a su triministro Bolaños, que hizo una presentación espectacular de la nueva ley que vulneraba la Constitución: «Quiero dar las gracias a las personas que la han hecho posible. La gente quiere que apostemos por el diálogo, por tender puentes y no seguir anclados en el conflicto y en el enfrentamiento. Esta ley marca historia, la mejor historia de España, en la España de la reconciliación y la convivencia. En la historia de un Gobierno valiente, de un PSOE valiente que se mira a los ojos con gentes que piensan muy diferente. Quiero concluir felicitándome y dando las gracias a todos los que la han hecho posible. Esta ley será un referente mundial». No recuerdo intervención alguna que pueda igualar tanto cinismo. Que el Gobierno alardee de reconciliación y convivencia con los delincuentes golpistas que abominan de España mientras se ufana de la construcción de un muro contra la derecha constitucionalista es de imposible digestión democrática. El tono de los ditirambos a la ley, al Gobierno y a sí mismo felicitándose, sugiere un estado mental parecido al provocado por las anfetaminas, el que describía Goya, un ilustrado, cuando se prescinde de la razón: «El sueño de la razón produce monstruos».

Las mentiras de Armengol y las incoherencias de Torres a cuenta del escándalo de la compra de las mascarillas defectuosas a la trama de Koldo García y de Ábalos eran sólo el prefacio de los que se nos venía encima. Lo que vamos sabiendo fortalece la convicción de que Sánchez conocía en 2021 los hechos de la trama denunciados ante Moncloa y la fiscalía anticorrupción por el zaragozano Ramiro Grau, y que ése fue el motivo por el que destituyó a Ábalos como ministro de Transportes y secretario de organización del PSOE, y que los tapó. No hay otra interpretación posible. Los mismos protagonistas, Ábalos, Koldo García y Víctor Aldama, aparecen en otros momentos inexplicados: la llegada a Barajas de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, y sus cuarenta maletas de contenido ignoto, y las relaciones empresariales de Begoña Gómez, la mujer de Sánchez, con Javier Hidalgo, dueño de Air Europa y Globalia, que culminaron con el rescate de la aerolínea por el Estado con la cantidad de 615 millones de euros.

El PP armó con todo este arsenal de informaciones la comparecencia de Sánchez en el Senado. Y allí fue Troya. La reacción de Sánchez ante las demandas de explicación y las acusaciones del PP fue la prevista: el sempiterno «Y tú más» que nunca supone otra cosa, al acusar de más corrupción al adversario, que admitir la propia. Pero, en ese caso, como corresponde a un narcisista patológico, Sánchez dobló la apuesta, no solamente no respondió a las acusaciones, hizo como Armengol, acusó a los acusadores. Empezó con la acusación contra Ayuso demandando su dimisión como presidenta de Madrid a Feijóo por la apertura de un expediente de infracción a su novio. Un tema que ni entra en las competencias de la comunidad ni supone ninguna resolución firme. Recordemos que, entre otros casos el de Xabi Alonso, la condenada fue la Agencia Tributaria. Es el ritornello obsesivo y desesperado de Sánchez contra Ayuso, desde la decapitación de Casado por el PP tras acusarla sin pruebas de corrupción por las comisiones de su hermano en la compra de material sanitario. En todo caso, si al final se probase delito fiscal al novio, habría que imputar a Ayuso el grave pecado de no investigar preventiva y exhaustivamente a quien pretende acostarse con ella. Pero, lo más grave, Sánchez, no sólo no contestó a las acusaciones, sino que acusó y exigió al PP disculpas por la mentira de Aznar responsabilizando a ETA por los atentados del 11M, el mayor atentado terrorista de la historia en Europa, hace ahora veinte años. Se le olvidó acusarles de la guerra de Irak.

Sánchez no sólo está demoliendo el Estado de Derecho derogando el delito de sedición y abaratando la malversación, entregando el Sáhara a Marruecos, amnistiando a los golpistas catalanes mediante un pacto corrupto que deslegitima al poder judicial y la igualdad entre españoles, está convirtiendo la política en un lodazal, el único escenario en el que descuella como un auténtico campeón del barro. Su respuesta a las acusaciones es no dar ninguna respuesta, sino acusar, a Ayuso por su novio, a Feijóo por la foto con Marcial Dorado, al PP por los atentados del 11M. La corrupción con motivo de su mujer y Air Europa se complementa con no haberse abstenido en la resolución que aprobaba el rescate de 615 millones a la aerolínea. Es un presidente acorralado por su corrupción, que lucha desesperado como un gato panza arriba dando zarpazos a diestro y siniestro para sobrevivir, que no tiene más salida que una huida hacia adelante embarrando el espacio público hasta extremos irrespirables. Que se hunda España, pero que se salve Sánchez. La corrupción hundió al sistema italiano nacido en la posguerra e hizo desaparecer al PSI. La corrupción entierra el sistema nacido en el 78 y está por ver cómo dejará al PSOE. Está por ver la duración del ceremonial del entierro, largo como una glaciación. Nunca como ahora nuestro país había estado tan al borde del abismo por la ambición de un solo hombre.

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