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Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de CEE: Cura progre, arzobispo conservador

El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española.

El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española. / Sergio Pérez / EFE

Cuando el pasado 5 de marzo Luis Argüello se presentó ante la prensa como recién elegido presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), quiso recalcar que la suya no era la victoria de la facción conservadora de la Iglesia frente a la aperturista que encarna el papa Francisco. «No hay bandos, somos del bando del Evangelio», dijo. Sin embargo, haberlos, ‘haylos’ y no se manifiestan con discreción precisamente. Hace unos días, unos sacerdotes de Toledo, participantes en una tertulia del canal de Youtube de temática católica La sacristía de la Vendée, comentaban entre risas que estaban «rezando mucho por el Papa, para que pueda ir al cielo cuanto antes». El espacio digital ha tenido que suspender de momento sus emisiones debido al gran revuelo causado por tan escandalosa falta de caridad cristiana. Una «retirada estratégica», según su director, para no poner a sus obispos en la tesitura de dar la victoria «a nuestros enemigos», tras pedir disculpas con la boca pequeña al Sumo Pontífice y criticar que «muchos católicos están hartos de no escuchar en la Iglesia más que el catecismo de lo políticamente correcto». El que tenga oídos para oír, que oiga. Pero si esto es la paz, qué será una contienda.

Fue precisamente Francisco quien hace dos años nombró arzobispo de Valladolid al entonces obispo Luis Argüello, nacido en Meneses de Campos (Palencia), y de segundo nombre Javier en significativo homenaje a san Francisco Javier. De vocación tardía, tomó los hábitos cumplida la treintena después de pasar unos años dando clases de Derecho Administrativo en la Universidad de Valladolid, donde se había graduado con el premio extraordinario de fin de carrera. En esos años docentes secundó los movimientos estudiantiles antifranquistas, se volcó con la reivindicación de los derechos obreros, se relacionó con partidos de izquierdas e incluso fue detenido en el transcurso de una protesta contra la entrada de España en la OTAN. Cuando después se ordenó sacerdote, mostró predilección por los proyectos de cariz asistencial y la preocupación por las condiciones de vida de los inmigrantes irregulares ha sido una constante en su discurso. A la obligación de acogerlos ha dedicado esta semana uno de sus últimos tuits en X, red social en la que es activo y acumula más de 9.500 seguidores, y en la que solo habla de religión y moral pese a su querencia por el fútbol en general y por el Real Madrid en particular. Quienes le conocen destacan el «rostro social» y no solo intelectual de la nueva máxima autoridad de la Iglesia española, difícil de conjugar con su entrenada faceta de opositor a cualquier avance civil.

Contra el aborto, la eutanasia, el feminismo, los derechos LGTBI. Desde que ejerció la secretaría general y portavocía de la CEE entre 2018 y 2022 se transformó en uno de esos martillos de herejes con tendencia a proporcionar sentencias retrógradas inolvidables. Desde aquel: «Pedimos varones célibes que sean enteramente varones, y por lo tanto, heterosexuales» por el que se disculpó, a «No es racional que alguien vaya al registro y diga: «No me llamo Antonio, a partir de ahora me llamo Mari Pili». Se ha pronunciado contra los indultos de los separatistas catalanes y la ley de amnistía, contra la Agenda 2030 y ha sido un negociador duro con el Gobierno en lo relativo a los inmuebles inmatriculados por el clero y los beneficios fiscales que disfruta. Pero las mayores críticas las ha cosechado al afrontar uno de los peores problemas que tiene la Iglesia, en este país y en todo el mundo, el reto que se niega a atender como merece de los abusos sexuales a menores en su seno. El arzobispo de Valladolid pasó de minimizarlo como pequeños casos aislados a denunciar una campaña contra el catolicismo por comportamientos cuya aceptación ha cambiado con el paso de los años: «¿Qué hacemos? ¿Coger un túnel del tiempo?». Para empezar, atender a las víctimas del presente y ofrecerles reparación y no silencio. Argüello se acercó a algunas de las que se concentraron ante la sede de la Conferencia Episcopal el día de su nombramiento y les prometió una reunión en breve. «Hay un anhelo oculto de la sociedad española por encontrar fuentes de regeneración ética», aseveró minutos después ante los medios de comunicación. La prédica ya la tiene, solo le falta dar trigo.

El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española.

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