AL AZAR

Trump enriquecido al 95 por ciento

Donald Trump.

Donald Trump. / Europa Press/Contacto/Laura Brett

Matías Vallés

Matías Vallés

La mayor incertidumbre de las elecciones a la Casa Blanca consiste en averiguar cuántos candidatos llegarán vivos al martes cinco de noviembre. En la enésima retirada de Rafael Nadal, conviene recordar que una campaña presidencial estadounidense es más exigente que jugar los cuatro Grand Slams, una experiencia al límite para un Biden de 81 años y un Trump de 78. En el interín, y descontando que un fallecimiento por desfallecimiento emborrone la carrera, cabría esperar que el más beligerante de los candidatos hubiera suavizado su discurso con la edad.

Al contrario, Trump se endurece en vísperas de la tercera victoria consecutiva a la Casa Blanca, según su particular recuento. La relación de Estados donde ha superado el 95 por ciento de apoyos en las primarias Republicanas agotaría este artículo, aunque la liga Antitrump se concentra en su derrota por cuatro puntos frente a la caída Nikki Haley en el minúsculo Vermont, feudo de Bernie Sanders. En el discurso de la teórica celebración, el macho alfa de la política mundial declaró que «tenemos un país del tercer mundo, con una invasión de millones de personas, vamos a cerrar nuestras fronteras». Añoraremos los tiempos en que los manifiestos de aniquilación nacional eran patrimonio de la izquierda subversiva, arrollada por la derecha supremacista en la pulsión autodestructiva.

Según las casas de apuestas, Biden nos habría librado de Trump en 2020 para condenarnos a un Trump todavía más desatado en 2024, cuesta extraer una moraleja de esta cara inversión de capital político. Nadie ignora o minusvalora los crímenes del expresidente, pero los millones de votantes que lo enriquecen al 95 por ciento sostienen que sus debilidades delictivas lo humanizan. Los conservadores se han convertido en gente de desorden, al tiempo que el actual presidente perdía el apoyo de quienes despreciaban a su rival. Surge así el fenómeno de los «odiadores por partida doble», un movimiento de desprecio a ambos candidatos que pronto llegará a la política española, si no ha desembarcado ya con otro nombre.

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